“La joven política. Un alegato por la tolerancia y crítico con los partidos” de Manuela Carmena

“Es que nunca se ha hecho así”, “es ilegal”. Manuela Carmena, ex alcaldesa de Madrid, se lamenta de las trabas que encontró en las instituciones para practicar otras formas de hacer política y otras maneras de gestionar lo público, lo común. “El conservadurismo, más allá de la ideología, se convierte en rutina”.

Y, así, los cambios políticos y sociales tardan en llegar. Aunque ganes las elecciones. Aunque llegues a la alcaldía de la capital de España. La oxidada arquitectura institucional y los malos vicios de la política partidista están en la diana del análisis de Manuela Carmena, que en este libro comparte algunas de sus experiencias y propuestas para mejorar y cuidar nuestra democracia (además de algunas de sus mejores recetas culinarias).

Su crítica a los partidos la escribe en clave belicosa, como si de una contienda se tratase. “Nosotros y ellos”, la batalla electoral, las luchas por el poder… cuestiones que todas las personas que nos hemos metido en la política institucional hemos vivido con mayor o menor virulencia. A todas, de alguna forma, nos ha herido alguna astilla de metralla de esta guerra.

Lo que propone Manuela Carmena no es un invento, no es tan nuevo, es un intento desde su vivencia por sintetizar algunas sugerencias para conciliar mejor la vida pública y la doméstica, la política como labor representativa y temporal (no como un fin en sí misma), la articulación de acciones imaginativas y útiles para resolver problemas y mejorar la vida de la gente.

Para caminar hacia esa “joven política” plantea, para empezar, limitar (incluso mediante leyes y reglamentos) los ataques furibundos y las mentiras que no se sostienen en datos (en verdades, por tanto). En lugar del desprecio al adversario político y el “cuanto peor, mejor”, Carmena propone respetar y valorar a los demás. Es decir, lo que despectivamente más de uno dirá como “buenismo”. Sí, este libro es buenista.

Carmena analiza cómo esa confrontación para definirnos, esa búsqueda de enemigos internos, nos aleja de la buena gobernanza y desactiva la política útil. Carmena reivindica la empatía, “el componente más extraordinario para la convivencia y la acción para el progreso”.

Critica a quienes han dicho que “a la política se viene llorado de casa” (de Monedero a Esperanza Aguirre) y defiende que “a la política hay que ir cargado de ideas, de proyectos, de ilusiones y de una inmensa capacidad de escucha y de persuasión”.

Para ilusionar y emocionar, Carmena reivindica el feminismo y cuestiona el sectarismo y la vida interna de los partidos, dirigidos por núcleos duros alejados de la democracia interna. De esta parte del libro nos os voy a contar más, porque tiene interés para conocer su punto de vista, el de Manuela Carmena, sobre el proceso político que ella vivió mientras estuvo de alcaldesa.

Sí voy a acercaros algunas de sus propuestas que me han parecido más interesantes del libro, editado por Península: una articulación distinta de los debates políticos y electorales, en torno a mesas con papeles y análisis de los datos y evaluación de la gestión política; “conocer al detalle la situación real de los Gobiernos que se pretenden continuar o sustituir”; selección de personas idóneas, por su experiencia vital y profesional, para el desempeño de cada función pública; colaboración público-social con entidades sin ánimo de lucro; gobernar para quienes te han votado… y también para los que no; el sorteo para la participación política (al igual que ya se hace en los jurados o las jornadas electorales); presupuestos participativos; o mecanismos de comunicación directa con las personas representantes. Ya veis que no hay que inventar la rueda.

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