Hildegarda de Anne Lise Marstrand-Jorgensen

“Entre Hildegarda de Bingen y las chicas que cantan lo de My Chemical Romance… hay un hilo secreto e invisible de tan fino”. La primera vez que escuché algo sobre Hildegarda fue en esta canción de Astrud, “Lo Popular”. Hace poco tiempo supe de ella gracias a una de “Las Despeinadas de PePa”, de mi amiga Pepa Pardo, con ilustración de Xcar Malavida.

Hildegarda fue una monja benedictina que vivió en Alemania hace 1.000 años. Se la considera la Leonardo da Vinci femenina: Santa, compositora, escritora, científica, médica, naturalista, mística… y dicen que escribió sobre el orgasmo femenino e inventó la cerveza tal y como hoy la conocemos, con lúpulo.

Pero este libro, en realidad, no habla de esto. La danesa Anne Lise Marstrand-Jorgensen no ha escrito una biografía de Hildegarda, sino una ficción novelada, precisa desde el punto de vista histórico, pero más profunda en la psicología del personaje que en sus obras.

Así, esta novela (éxito de ventas por toda Europa) es más bien el retrato psicológico de una niña enfermiza que nació en Bermeshein (Alemania) y a la que anunciaban una corta vida.. ¡y vivió unos 81 años! Hildegarda sobrevivió a sus visiones y fuertes fiebres y se convirtió en un referente de la teología, manejándose con astucia y sabiduría en un mundo dominando por hombres, de sumisión, renuncias y obediencia.

No busquéis mucha acción en la novela. Más bien, pensamiento interior, susurros y rumores. Hildegarda, rara e inútil para la mayoría, fue entregada pura y virgen al monasterio de Disibodenberg. A pesar del retiro del mundo, aprendió todo lo que pudo referente a plantas, animales y el cuerpo humano, con su fantasía incontrolable y sus delirios febriles, sus premoniciones y comunicación con la Luz Viviente. Llevó una vida al límite entre el misticismo y las revelaciones, la excitación contenida y la sed de conocimiento. China chana empezó a ser más y más conocida como portavoz de Dios, y aprovechó estas circunstancias para abrir camino a otrass mujeres hasta llegar a obtener la aprobación del Papa para salir al mundo a contar lo que veía y oía. Y así fue y ha llegado hasta nuestros días.

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