“Yo, vieja” de Anna Freixas
Cuando compré este libro, editado por Capitán Swing, primero se lo leyó mi madre. Y le gustó. Ya había leído a Anna Freixas y la conocía de charlas.
Estos “apuntes de supervivencia para seres libres” es un ejercicio socarrón y travieso con ideas y sugerencias para una vejez digna, en la que huyamos de los estereotipos y, sobre todo, de los encorsetamientos de las personas mayores. Las viejas (término que reivindica la autora para sacarlo de lo peyorativo y dotarlo de nuevas posibilidades y significados) atesoran “creatividad, sabiduría, valor, generosidad, dignidad y lealtad”, valores muy preciados en la sociedad y que no debemos desaprovechar. Empezando por las propias personas viejas.
En el otoño de nuestras vidas necesitamos especiales cuidados de nuestra salud, unas pensiones dignas para disponer de nuestro propio dinero, una red social amplia, diversa y, sobre todo, el respeto de unas familias, amistades y sociedad que nos acepte y nos permita la autonomía personal.
Ya en el prólogo Manuela Carmena nos cuenta que “la vejez puede ser esa etapa dichosa, libre y creativa, que nos haga disfrutar”. Porque de eso se trata, que más allá del dolor y de las propias experiencias en muchos años de vida, encontremos un presente de placeres, confortabilidad y libertad.
“Ni optimismo alucinado, ni desánimo sombrío”, reivindica Anna Freixas. Por un envejecer en el que huyamos de las creencias destructivas (“las personas mayores son una carga, son inactivas, están enfermas, son feas, son todas iguales, no aportan nada a la sociedad”) y nos reconciliemos con nuestros cuerpos y los signos de la vida. “La vejez no es una enfermedad que deba ser tratada”. Aunque uses bastón (con orgullo), aunque necesites unos profesionales médicos que te escuchen y entiendan, aunque se sucedan ausencias, este libro apunta insinuaciones, argucias y tretas, consejos directos para unas vidas saludables y plenas.
La autora da especial importancia a los autocuidados en colectivo, a permanecer en las casas todo lo que sea posible, a alimentar las inquietudes y seguir aprendiendo, a socializar en comunidad, a unos cuidados eficientes y cualificados en un entorno vital saludable, a hacerse respetar frente a las imposiciones familiares y sociales, al legado de la enorme sabiduría que atesoran las viejas. “Con nuestro hacer cotidiano transmitimos un patrimonio intangible que hace que la existencia valga la pena y proporciona a la vida elementos impagables”.
Este libro es una llamada a no limitarnos, a buscar siempre la felicidad y a aprovechar las oportunidades. Es un libro reivindicativo y también un manual útil. Es una invitación a seguir leyendo y estudiando este tema de la vejez, a partir de las muchas referencias literarias y académicas que la autora nos propone. Y, sobre todo, es una publicación entretenida, en la que muchas personas se sentirán identificadas. Como mi madre, yo o tú que convives con un montón (y cada vez más) de personas viejas y, ojalá, algún día lleguemos a serlo.