“Sapiens” de Yuval Noah Harari

Desde que “robé” este libro a mi amiga Mari Mar hasta hoy han pasado unos pocos meses en los que he leído “Sapiens” a ratos, intercalado con otros libros.

¿Cómo empezar esta reseña? “Sapiens” toca muchos palos. Se ofrece como un fenómeno editorial, un gran éxito de ventas (“más de 15 millones de lectores en todo el mundo” pone en el volumen que tengo entre manos) y un libro que “redefine nuestra especie”. No es para tanto.

Yuval Noah Harari comparte numerosas reflexiones sobre nuestra historia, que se podría resumir en que hemos pasado de animales a dioses, desde nuestros años de cazadores-recolectores hasta nuestros días en los que experimentamos con ordenadores, genes e inteligencia artificial.

El recorrido del libro termina (no es spoiler) con una reflexión hacia qué será lo siguiente. El escritor, historiador israelí, anuncia peligrosos cambios difíciles de caracterizar ahora a partir de las innovaciones tecnológicas, en un mundo en el que seguimos sin saber en qué deseamos convertirnos.

La primera parte del libro se remonta al origen del mundo y es pura historia de nuestros 2,5 millones de años recolectando plantas y cazando animales a nuestro alrededor. Sigue la revolución agrícola y la preocupación por el futuro, los diferentes órdenes imaginados y las injusticias de la historia.

El autor comparte su visión de los órdenes económicos, políticos, religiosos y culturales a lo largo de la Edad Moderna y se detiene especialmente en los imperios, el dinero y el capitalismo, desde su visión caótica de la historia, es decir, no determinista.

Los cambios en los últimos 500 años centran la segunda mitad del libro, en el que la revolución científica ha traído cambios sociales constantes. Hasta llegar a esta economía de libre mercado, nutrida por un crecimiento indefinido en un planeta que es finito y ya nos muestra los límites para la vida humana. Esta parte en la que analiza el consumismo me ha parecido de las más interesantes del libro, especialmente en lo que respecta al debilitamiento de los lazos familiares y comunitarios.

Acaba analizando el propio concepto de felicidad y los marcadores que nos permiten evaluar si somos ahora más felices que hace cientos o miles de años. Y es ahí donde se aleja de los mitos religiosos y conecta con la felicidad química. Y remata en las últimas páginas con más preguntas que respuestas acerca de ese futuro controlado por estos “dioses sapiens” que saben hacer que a una rata le crezca una oreja en el dorso, pero no saben para qué queremos algunos de estos “avances”.

Para ser un libro de 450 páginas y que abarca tanto, merece la pena leerlo y, especialmente, discutirlo. Recomiendo conversar en torno a algunas de las cuestiones que plantea, sin estar necesariamente de acuerdo con el autor que, por otra parte, se deja algunas cuestiones que para mí son esenciales en la comprensión del mundo, sobre todo desde el arte y las diversas culturas, así como distintas experiencias colectivas que han mostrado que podemos vivir de otras maneras si nos lo proponemos.

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