“Qué horizonte. Hegemonía, Estado y revolución democrática” de Álvaro García Linera e Íñigo Errejón
Este libro, de algo más de 100 páginas editadas por Lengua de Trapo, es la transcripción de una conversación entre Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia durante 13 años (con Evo Morales) e Íñigo Errejón, cofundador de Podemos y diputado de Más País en el Congreso de los Diputados de España. Ambos tienen una amplia formación teórica sobre la hegemonía de los movimientos sociales y las diversas formas de luchas y comunidad.
En esta ocasión reflexionan acerca de conceptos teóricos como la hegemonía, la dominación, la representación o la revolución, pero llevados a un contexto práctico. En el caso de García Linera, desde su experiencia gubernamental en uno de los “países del cambio” en América Latina y en el de Errejón, en los últimos años de apuesta institucionalista en el estado español.
La primera parte del libro, especialmente intelectual, es un intercambio de reflexiones sobre la efectividad del discurso, los mitos que se rompen o el nacimiento de la confianza en un “nosotros” nuevo. A mí personalmente, me ha costado “entrar” en esta parte del libro, a la que he encontrado más sentido cuando he llegado al final.
En la segunda parte concretan elementos hacia cambios políticos profundos, sintetizados en 4: la división y desorientación de quienes mandan; la ineficacia de las instituciones para canalizar las quejas y necesidades; la sensación de que merece la pena organizarse para cambiar las cosas; y la configuración de un actor político que articule, una y genere nuevos referentes culturales, liderazgos y figuras en las que confiar. Esta ese la tesis esencial del libro, el “cómo ganar”, en un proceso constante en el que hay momentos de victoria (como en los “Ayuntamientos del cambio” o en el Gobierno de coalición progresista) y otros de rearticulación del movimiento.
Especialmente interesante me han resultado las aportaciones entorno a la llegada a los gobiernos, a la gestión, a esa paradoja entre la democratización y la toma de decisiones constantes, entre la audacia y la burocracia, entre la acción institucional y el favorecimiento de más comunidad política. En definitiva, la eterna paradoja sobre cuánto espacio hay en un Estado para la política.
Yo soy de los que piensa que la vía institucional no hay que despreciarla, porque en el Estado hay muchísimo poder y capacidad de influencia social y actuación. Pero creo, al mismo, tiempo, que necesitamos una reflexión colectiva profunda para no repetir errores y seguir creando comunidad y sentido común, más allá de lo que hemos avanzando en los últimos años. Este libro nos ayuda a reflexionar sobre lo andado y enderezar los pasos venideros.