“La cosecha” de Lorenzo Meler Ferraz

La adolescencia es una de las etapas más maravillosas de la vida, en la que conviene tener presente el amor y cariño de quienes más te quieren. En esta novela, editada por Los Libros del Gato Negro, Lorenzo Meler nos cuenta una historia de adolescentes. Y está muy bien contada, porque no dulcifica ni elude los aspectos más chungos de estos intensos años. Lorenzo es maestro rural y se nota que el libro recoge vivencias y experiencias más o menos reales, que puede vivir cualquier joven de nuestros pueblos. “Habían hecho lo que tenían que hacer, nada más que eso. Para ellos, en eso consistía la felicidad, la vida”.

En el libro hay, por supuesto, referentes de vida (“si uno es bueno y trabajador, duerme como un lirón”); rupturas con la autoridad (un padre o una profesora); los primeros amores, besos y sexo; las borracheras de alcohol y otras drogas; la dependencia del móvil; la vida en el pueblo y la migración a la ciudad; la emancipación de la casa familiar… y el regreso. En esta historia también hay situaciones durísimas, como el racismo, la homofobia y la xenofobia, el trabajo precario, el acoso escolar, la violencia física y sexual o el suicidio.

“A Reinaldo no le gustaba ni lo nuevo ni lo raro, pero cuando todo lo que te rodea es nuevo y raro no te queda escapatoria”.
“La cosecha” es una mal llamada novela “juvenil”. Como va de jóvenes, podría ir solo dirigida a ellos. Pero yo creo que no, que a cualquier edad adulta deberíamos leer libros como este en el que los protagonistas son nuestros hijos o nietas. Para comprender mejor su mundo y sus sentimientos, os recomiendo este libro que me he leído de una sentada.

“Los cambios y las contradicciones son enormes. Pero hay cosas que no cambian, y esas son las que nos hacen permanecer vivos, son clavos que sabemos que no se van a mover de ahí y a los que nos podemos agarrar cuando vienen vendavales. Pase lo que pase siempre están. Pero si un día te vas a agarrar a uno de esos clavos y ya no está o se cae, tu mundo se desmorona. Y solo puedes hacer dos cosas, dejarte caer en la miseria o convertirte en un clavo, decidir quién eres, cómo eres, tus valores y principios, que siempre han estado ahí aunque no fueras consciente, pronosticar un camino y seguir adelante con paso firme. Ahí empieza la madurez”.

 

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