“El hombre mojado no teme la lluvia” de Olga Rodríguez

Después de unos meses de inactividad en este blog, hemos superado algunos problemas técnicos. “Solo no puedes, con amigos, sí” decíamos en La Bola de Cristal. Me han ayudado a subsanarlos y volvemos a daros la bienvenida a este espacio en la red. Mi intención es ofreceros más contenido, tanto de libros sugerentes, como de opiniones propias y referencias que os quiero compartir. ¡Espero que os guste!

 

Hoy quiero abordar la cuestión de Palestina. Lamentablemente, la comunidad internacional está siendo incapaz de garantizar una paz justa y duradera en Oriente  Medio. Son muchos los intereses políticos, económicos y geoestratégicos, por la posición territorial de la zona en un mundo ávido de gas (como el que puede haber en el mar junto a Gaza) y del control colonial del mundo. Como siempre, las personas que (como tú y como yo) solo queremos vivir lo mejor posible, somos las perjudicadas. Seres humanos que son asesinados en bombardeos despiadados y atentados terroristas y que a día de hoy suman miles de muertos y heridos. 

 

Estos días son muchas las voces que intentan aportar un poco de luz. Lo primero y más importante es la solidaridad, esa ternura de los pueblos que se expresa en forma de manifestaciones y que trata de lanzar un soplo de esperanza para quien sufre entre las ruinas de las bombas. Son cada vez más las personas que salimos a la calle para pedir un alto al fuego, el fin de la ocupación de Palestina, el reconocimiento de su Estado y el acuerdo de una paz justa y duradera. Esta tarde de sábado saldremos en Zaragoza. 

 

También hay voces, especialmente de mandatarios occidentales, en  apoyo irresponsable a un gobierno de Israel comandado por Netanyahu y ministros de ultraderecha, racistas y ultrareligiosos, que están enfangados en el “ojo por ojo”, la venganza y la deshumanización del pueblo palestino. Las manifestaciones en apoyo a Israel son minoritarias en las calles del mundo e incluso hay cada vez más comunidades judías que no se sienten representadas por el terrorismo de estado del gobierno israelí. En Zaragoza, sin ir más lejos, vi con mis propios ojos una concentración en apoyo a Israel de no más de 30 personas. Me acerqué y escuché que un tipo gritaba que necesitábamos más información, que estábamos manipulados. Y estoy de acuerdo. 

 

“El hombre mojado no teme la lluvia” es un libro de la periodista Olga Rodríguez que nos ayuda a informarnos y comprender qué pasa en Oriente Medio. Publicado por la editorial Debate en 2009, ha sido reimpreso en numerosas ocasiones. Es un buen libro, que os recomiendo. La autora nos acerca las vidas de diversas personas que viven en Irak, Palestina, Israel, Líbano, Siria, Egipto y Afganistán, personas que ella conoce y con las que ha podido conversar para conocer su punto de vista, su historia y su cultura. ¡No es fácil entender lo que pasa allí! 

 

Lo primero que necesitamos es quitarnos las gafas de la mirada colonilista y llena de prejuicios, paternal y a menudo racista. Yamila, Minai, Elhanan, Ibrahim o Kareem son personas corrientes, trabajadores que quieren lo mejor para sus familias y su sociedad. El periodismo era eso, conocer el mundo y lo que pasa a través de los testimonios y las vivencias de la gente. Y esto Olga Rodríguez lo hace de manera magistral, metiéndonos en los zocos, las tiendas, las casas y las cocinas de personas con las que conseguimos generar un vínculo cercano y natural.

 

“La paz en Oriente Medio supone un gran paso hacia la paz en el resto del planeta”, escribe la autora en el eṕilogo. Y estoy de acuerdo. Para que no impere la ley del más fuerte, necesitamos salvaguardar una justicia mundial, unas reglas del juego comunes en todo el planeta, que permitan salvaguardar la vida y reconciliarnos con la convivencia. El colonialismo y el fundamentalismo religioso nos alejan de la paz justa y duradera que deseamos. Es la hora de la soberanía de los pueblos y la solidaridad internacionalista. 

 

En Irak aprendemos que una ocupación y una guerra nunca son limpias, por qué se organizan resistencias populares contra las invasiones extranjeras, el uso del uranio empobrecido, la pobreza, éxodo, abusos, muerte y destrucción que conlleva la guerra y la religión como instrumento de la política. En Palestina y territorios ocupados entendemos la impunidad del sionisimo israelí y la connivencia con gigantes poderes económicos, el hostigamiento brutal y criminal, la supremacía étnico-nacionalista, el fomento del radicalismo religioso y la destrucción de los puentes para la negociación y el entendimiento. En Israel el genocicio nazi contra el pueblo judío torna en el fanatismo religioso de colonos judíos ultraortodoxos, la ocupación y las matanzas contra el pueblo palestino, la construcción de un Estado solo para judíos y en el que  sobran todos los demás en una limpieza étnica terrorífica, que se pasa por el arco de triunfo las resoluciones de las Naciones Unidas que tratan de salvaguardar los derechos humanos. En Líbano descubrimos la enorme heterogeneidad y ramificaciones de política, religiosas y culturales, las diferentes visiones del islamismo, el militarismo social y los contrastes aún dentro de una misma ciudad como Beirut. En Siria conocemos su lucha contra el colonialismo, las tensiones fronterizas, el autoritarismo y la represión contra las disidencias políticas. En Egipto descubrimos que el Cairo nunca duerme, que el sindicalismo está vivo y que las mujeres, pese a tanto, avanzan con paso firme por su reconocimiento social y político, sus derechos y libertades. Por último, en Afganistán los talibanes y señores de la guerra tratan de imponer su segregación sexual, nos alarma también la corrupción y los negocios bélicos, el narcotráfico y la impopularidad de las tropas internacionales. 

 

Sirvan estas líneas como acercamiento a un libro de 350 páginas que no tiene desperdicio y que os animo a conseguir en librerías o bibliotecas. 

 

En el año 2002 tuve el honor de participar en la delegación internacional en las conmemoraciones de las matanzas en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila. Ese viaje me marcó profundamente y me ayudó a comprender lo que allí acontece y,  sobre todo, conocer a muchísimas personas con las que hablé. Esto es exactamente lo que hace Olga Rodríguez desde hace años: viaja a la zona, habla con la gente y nos lo cuenta en libros tan valiosos como este. Léanlo. 

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