“Desarmar la masculinidad” de Beatriz Ranea Triviño

Hombres, tenemos una misión: desarmar la masculinidad. Es decir, tomar conciencia de nuestros privilegios, asumir los cuidados propios y de las personas que nos necesitan, rechazar todas las formas de violencia contra las mujeres, practicar la reciprocidad y la equidad en todos los ámbitos de nuestras vidas y luchar por políticas públicas que acaben con la desigualdad estructural. De esto va este libro, que os recomiendo muchísimo, especialmente a los hombres.

En “Desarmar la masculinidad”, editado por Catarata, Beatriz Ranea Triviño defiende la hipótesis de que no se trata de “buscar masculinidades alternativas a las hegemónicas, sino erosionar las masculinidades hasta terminar con las marcas de género”, como sintetiza Rosa Cobo en el prólogo. Queda claro en el libro que las relaciones de poder son las que están detrás de las construcciones de género y las desigualdades que imponen, con coacciones para las mujeres y privilegios para los hombres.

Para alcanzar la libertad y la humanidad para todas las personas, se propone romper con la masculinidad hegemónica y el poder patriarcal insertado en el capitalismo, mediante acciones concretas, que se detallan en las últimas páginas del libro. Son muchas las realidades de socialización de la masculinidad que los hombres hemos vivido desde niños: reafirmaciones grupales de nuestra virilidad, que hemos de demostrar constantemente para disciplinar nuestros cuerpos y mantener nuestro status masculino. Así, adoptamos las creencias de “la autosuficiencia prestigiosa, la belicosidad heroica, el respeto al valor de la jerarquía o la superioridad sobre las mujeres”, hasta convertirnos en un verdadero problema social.

Porque no podemos eludir el patriarcado y, de una u otra forma, formamos parte de él. Algunos “hombres blancos enfadados” muestran su rechazo a los avances feministas en grupos de ultraderecha, espacios de prostitución, pornografía, ciberviolencia o violaciones en grupo, hasta que las violencias machistas son ya un fenómeno estructural, que busca acabar con la libertad de las mujeres. Frente a esa “internacional del odio”, algunos hombres estamos dispuestos a reconocer nuestros privilegios e intentar romper con el patriarcado, llevando el feminismo a nuestros espacios en la sociedad. Un itinerario que en el libro queda claro que no es sencillo y pasa por un ejercicio de “desempoderamiento y escucha activa”, con humildad, un “compromiso y autocrítica individual y colectiva” para “construir masculinidades no violentas”, mediante “coeducación, educación afectivo-sexual, educación en la no violencia, empatía, ternura, cuidados y vida en el centro”.

Me ha resultado un libro muy ameno, repleto de referencias de otras autoras y un buen equilibrio entre las teorías que emanan del feminismo y las prácticas que nos ayudarán a caminar hacia una sociedad igualitaria, que es de lo que se trata.

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