“Caspe. Mis días azules” de Víctor Juan
Volver a la infancia es saludable. Recordar lo que fuimos, a quienes nos criaron, los lugares donde jugamos, nuestros primeras amistades, las raíces en las cosas sencillas. Si, además, esos recuerdos son felices, merece la pena escribir sobre lo que fuimos y tal vez aún hoy somos.
Los recuerdos azules de Machado fueron en un patio de Sevilla, donde florecía el limonero. Los de Víctor Juan, en Caspe. Allí, en el mar del Bajo Aragón, de almendros y olivos. Y aunque muchas de las personas y referencias, 50 años después, ya no están, el autor de “Caspe. Mis días azules” encuentra en su niñez muchas de las respuestas a lo que hoy es.
Desde un lugar tan concreto como Caspe, muchas de las vivencias son, digamos, universales y reconocidas por muchas personas: su nacimiento en La Maternidad de Zaragoza, los veranos en Caspe, la Noche de Reyes, las personas de aquellos días, tomar la fresca, los primeros ligues y las despedidas, son algunos de los mimbres de este cesto, relatos cortos de 130 páginas en total, editadas por Los Libros del Gato Negro, que acaba con un recuerdo de Caspe a la manera de Georges Perec.
Un libro sencillo, como eran las personas, palabras y experiencias que en él se cuentan.