“Los besos” de Manuel Vilas
“De qué sirve tener el cerebro y la inteligencia de Carlos Marx o de Albert Einstein si no estás enamorado”.
A más besos, menos oscuridad. Aún en plena pandemia puede surgir el deseo, en este caso entre un recién jubilado y una mujer hermosa. En la mente de Salvador se figura su Altisidora, una idealización pasional de su amada. Así como “Cervantes escribió la historia de amor más triste del mundo: la de don Quijote por Dulcinea del Toboso”, en pleno confinamiento en un bosque de la sierra madrileña, nace una historia de sexo y confidencias, recuerdos y olvidos.
Los besos son, en medio de la caótica realidad, un poder bondadoso, un virus del bueno que deja atrás los fracasos y las frustraciones. De esta forma, el barbastrense Manuel Vilas traza su última novela editada por Planeta, un conjuro contra la soledad en el otoño de la vida y una apuesta por el placer del enamoramiento. Mientras suena “Lascia Ch’io Pianga” el erotismo ilumina la entropía y retrasa la oxidación. Vilas reivindica que “quien tiene un amor no necesita al mundo” y aleja a sus personajes del hastío y el dolor, para colocarles en el centro de una fiesta, de la fiesta de sus vidas.
Como escribió Mario Benedetti, el amor es todo lo perdurable que permite lo transitorio (o algo así). Pero eso es lo de menos. “Los enamorados no tienen tiempo para dedicárselo al mundo”. Lo importante son los besos dados, el momento, la ilusión, el romanticismo, la fantasía amorosa y la confianza por sentirse amada. De todo eso va este libro.