“Crónicas Parlamentarias” de las Cortes de Aragón

En uno de los artículos de Pepe Melero en “El tenedor de libros” supe de la existencia de estas crónicas parlamentarias. Hasta entonces, desconocía su publicación por las Cortes de Aragón en la VIII Legislatura, a iniciativa del equipo de la Presidencia de José Ángel Biel. Pregunté por estos libros a Fernando Sanmartín, coordinador de las actividades culturales en el Palacio de la Aljafería, quien tuvo el gentil gesto de hacerme llegar estos tres tomos que, a continuación, paso a reseñar.

Desde finales de 2011 hasta finales de 2014, 60 escritores aragoneses o relacionados con Aragón plasmaron en unas pocas páginas sus sentires, percepciones y relatos durante una mañana, un día completo o dos sesiones distintas en un Pleno de las Cortes de Aragón. Sus miradas, como podréis imaginar, son dispares y personales, desde su libertad creativa y de opinión crítica de lo que escuchan y ven.

El Nacho Escartín de la primavera de 2015, cuando entré como diputado en las Cortes de Aragón en la IX Legislatura, habría disfrutado y aprendido mucho con estas crónicas. Porque tras su lectura, las herramientas parlamentarias, los formatos de los debates, las dinámicas políticas e incluso las anécdotas personales me habrían ayudado a entender mejor, por entonces, cómo funciona este espacio democrático para legislar, controlar e impulsar la acción del Gobierno. Con la práctica, hemos aprendido a desarrollar lo mejor posible esta labor noble y muy importante, desde mi punto de vista, por la que tantísima gente ha luchado durante siglos, para que la voz del pueblo sea escuchada y defendida con normalidad democrática en los parlamentos.

Mientras escribo esta reseñica escucho la música de “Il Trovatore” de Giuseppe Verdi, ópera que el italiano ambientó en la Torre del Trovador del palacio.

Es común a la gran mayoría de las crónicas enfatizar el emplazamiento de las Cortes de Aragón: el Palacio de la Aljafería, un espacio magnífico, “un compendio de la historia de Aragón”, en palabras de García Valiño, que ha evolucionado en usos y reformas con el curso de los años, desde aquel “palacio de la alegría” del Siglo XI, al arte mudéjar en sus capillas, el conjunto medieval que fue palacio de los Reyes Católicos, cárcel de la Inquisición, cuartel militar o morada de familias pobres. Desde 1987 el parlamento aragonés radica aquí y no hay día en el que no dé las gracias por trabajar en un lugar tan impresionante, acogedor y adaptado para nuestra ingente labor política.

Pese a todo, hasta finales del año 2020 no hemos conseguido sacar los coches de la Aljafería. Durante todos estos años, diputados y trabajadores han aparcado sus vehículos a su alrededor, junto a las murallas, “con razones de insensibilidad artística y cultural”, como critica José Luis Corral y muchos de los cronistas. Yo también lo he criticado y, ni que decir tiene, yo aparcaba y aparco en la calle.

Los Plenos comienzan muy puntuales, a las 9.30 horas. Y a partir de ahí… empiezan los debates. Martínez de Pisón escribe “tengo la sensación de que ahí nadie escucha a nadie”. Manuel Vilas señala que “aquí la gente entra y sale cuando le apetece”. “Los diputados se mueven demasiado, hablan demasiado, resulta imposible concentrarse”, ve Miguel Serrano. Ana Alcolea va más allá y se pregunta “para qué sirven los plenos si, salvo cuando habla la presidenta del Gobierno, parece que casi nadie escucha a nadie”. Al alboroto normalizado en los Plenos, Antón Castro añade que “la modernidad ha traído otra forma de vértigo a los escaños” y sus señorías también “sucumbían a la atracción irresistible de las nuevas tecnologías”, en forma de móviles, tabletas y portátiles que llenan todas las bancadas. Miguel Carcasona lamenta que “en algunos momentos la sala parezca una clase de ESO”. Adolfo Ayuso cree que “los más atentos parecen los ujieres”, Cristina Grande que “los políticos tienen un aguante extraordinario”, hasta el “hastío y vergüenza” de Carlos Castán y la tristeza de Olga Bernad porque le pareció “que nadie creía demasiado en todo aquello”.

Con este percal, Mariano Gistaín cree que “para atraer la atención de los demás deberían esforzarse cien veces más”. Y estoy de acuerdo. Muchos cronistas apuntan el bajo nivel general de oratoria. A Aloma Rodríguez le recuerda a los actores malos con “la teatralidad y puesta en escena mal entendidas y pésimamente ejecutadas”. Óscar Sipán echa de menos “a los grandes oradores que sabían arengar a las masas y elevar la mirada y la esperanza”.

En un Pleno se repiten a menudo tópicos ideológicos, la obediencia de partido y “el clásico juego del y tú más” como apunta David Mayor. “Los políticos tienen algo de raperos” con sus retos al contrincante, acierta Eva Puyó. “Importan más las afinidades políticas que los méritos”, asevera Gómez Milán. “Un Parlamento es uno de los lugares más hostiles que se pueden imaginar para la libertad de pensamiento”, sentencia Luis Alegre.

“Lo mejor en cualquier parlamento se cuece en el bar”, escribe Santiago Gascón. Muchos cronistas empiezan el día, buscan un respiro o investigan más detalles de la vida parlamentaria en la cafetería, que en realidad no se diferencia mucho de cualquier otro bar en el que se reúne una parroquia de personas conocidas, que se tratan con camaradería, afabilidad y simpatía. Yo, la verdad sea dicha, no frecuento mucho la cafetería. Ahora nada. Y en estos 5 años si necesito tomar algo, prefiero ir a bares del exterior.

En las crónicas también hay alguna propuesta. Ángel Guinda sugiere que en las pantallas de televisión que retransmiten los Plenos se incluya el nombre de cada interviniente para facilitar su identificación por la gente. Y Sergio Del Molino que las retransmisiones recojan, como en los conciertos, el sonido ambiente. Me sumo a ambas reivindicaciones.

Sobre el estilo literario de las crónicas, la mayoría se afanan en su labor de cronistas, oficio con referentes como Luis Carandell o Francisco Umbral. Sólo algunos dejan volar su imaginación y nos deleitan con historias fantásticas como la de David Lozano (con su misión desastrosa de noquear con un diputado para ganar una votación) o las más personales de María Frisa, Daniel Nesquen, Magdalena Lasala o Javier Sebastián. En realidad, todos y cada uno de los cronistas plasman en sus textos su impronta personal, desde sus prejuicios, ilusiones y contradicciones.

“La democracia puede parecer un hecho cotidiano, pero en realidad todavía es una mínima excepción a lo largo de la historia”, escribe con acierto Miguel Mena. Y Pepe Melero: “aunque la actividad parlamentaria parezca aburrida o irrelevante, en realidad no lo es: la que de verdad es aburrida e insoportable es la tiranía”.

“Todo es política y la política es de todos”, escribe Ángel Petisme. Para escribir tu propia crónica, tú también puedes ver en directo un Pleno de las Cortes de Aragón. En cuanto la situación pandémica lo permita de nuevo, escribe al parlamento y ven cuando mejor te venga. El parlamento es la casa de todos y está abierta a tu presencia. Me ofrezco a darte la bienvenida y acompañarte.

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