Para Javier Delgado Echeverría
Conocí a Javier en 2006 en el Parque Grande de Zaragoza. El alcalde Juan Alberto Belloch propuso el traslado del rastro al Parque y Javier participó en una plataforma vecinal para defender y proteger el parque más completo y complejo de Zaragoza. A raíz de esa resistencia popular de amor a los espacios verdes se creó la Iniciativa Ciudadana para mejorar el Parque Grande que dinamicé como trabajador de Ecología y Desarrollo y, a través de la cual, durante 1 año dimos a conocer el parque cada semana, proponiendo mejoras para disfrutarlo y conservarlo. Conocí a Javier como amante y experto en árboles y en arte.
Una década después, hace apenas un par de años, conocí al Javier más político. Coincidiendo con mi inmersión en el liderazgo de Podemos en Aragón, Javier y yo compartimos una relación secreta, íntima, virtual. El Telegram, sobre todo, nos comunicó para compartir reflexiones políticas, visiones y consejos.
Javier venía de la militancia activa en el Partido Comunista y de ahí extraía referencias de los años 70. Muchas veces me citaba a Vicente Cazcarra, como el dirigente más importante de aquella época, de cuando yo nací, del que aprender y también comprender los errores y las trampas en la política (porque se repiten).
Javier siempre me invitaba a surfear las olas con humor y que las miserias de los 80 y los 90 no volvieran hoy.
Javier me decía que si tuviera 26 años menos igual se hacía de Podemos, “pero a los 66 y con la depre y ansiedad que llevo, mejor no”.
Javier me ayudó y me sirvió así, con total sinceridad y libertad, expresándome lo que pensaba en cada situación, en la intimidad, mucho más desarrollado y profundo de lo que compartía en su Facebook o en Heraldo.
Mientras oía y veía pasar las bandadas de grullas hacia el norte desde su terraza o después de que algún amigo le llevara a pasear por una playa o a conversar en una terraza, Javier me escribía y trasladaba sus sentires y pesares políticos, de la actualidad estatal, aragonesa y zaragozana.
Javier me escribía: “Ahora mismo un grupo de grullas se ha desorientado, ha perdido la formación… si no se orienta pronto irán cayendo grullas de pánico y agotamiento. Dependen de que alguna de ellas vuelva a orientarse…”
Javier me escribía también que no estuviéramos a la defensiva, que trabajara en lo concreto, que asentara mis posiciones con libertad, que dejara todo lo que no fuera prioritario y determinante en un momento dado (como aprendió de Vicente Cazcarra), que confiara, que los nervios y las malas experiencias no me convirtiesen en un desconfiado crónico. Javier me insistía en que me dejaba descansar en él y estaba disponible de guardia día y noche para lo que quisiera.
En su radical libertad, Javier me expresaba parabienes, pero también furibunda críticas cuando algo no le gustaba.
Este verano me alegré de alegrarle con el acuerdo en el Gobierno de Aragón, que aplaudió con entusiasmo. Tu último mensaje, Javier, fue “¡ENHORABUENÍSIMA! ¡VIVA EL NUEVO GOBIERNO DE ARAGÓN!” (Con mayúsculas. Sería la medicación, jeje).
A pesar de no estar en activo, a pesar de tantas mierdas, a pesar de caer en barrena en la depresión, mi relación con Javier fue fraterna y alegre. Y me sirvió mucho.
Necesitamos referentes, personas concretas de las que aprender y con las que compartir. Y Javier ha sido y es para mí un referente importante, como lo sois Nacho, Luis o Rosa, entre otras. No tantas.
soyesetontoquehoymalvive
ladepresiónlasansiasdesuicidio
sindejardebuscarlavueltadelascosas
sobretodoladelastortillas
esedíaDiosmíocomodice
lacanciónquelospobrescoman
panylosricosmierdamierda
(Poema de Javier Delgado de su libro “Amoramorte” de 2009)
Gracias, Javier, por lo compartido. Y lo que os queda. Los mundos de los árboles, el arte y la política son interminables. Y nuestra relación seguirá, serena y alegre, para analizar, evolucionar y mejorar. Gracias, Javier, y gracias Ana, Celia, y a todas las personas que hoy os acompañamos.