“Los años” de Annie Ernaux
Annie Ernaux ganó el Premio Nobel de Literatura en 2022. Yo no había leído ningún libro suyo y compré el que me recomendaron en mi librería de referencia, la Cálamo: “Los años”. Me ha encantado. Mucho, mucho. ¡Qué maravilla de escritura!
“A cada momento del tiempo, junto a lo que la gente considera natural hacer o decir, junto a lo que hay que pensar por prescripción de los libros, de los carteles del metro o hasta de los chistes, están todas las cosas sobre las que la sociedad guarda silencio y no sabe que lo hace, condenando al malestar solitario a quienes sienten cosas que no pueden nombrar. Silencio que se rompe un día, bruscamente, o poco a poco, y unas palabras se superponen a las cosas, por fin reconocidas, mientras se forman de nuevo, debajo, otros silencios”.
Lo que hace Annie en este libro es una autobiografía, pero no del “yo”, sino del “nosotros”. Es un retrato de su generación y, con ella, la historia contemporánea de Francia desde 1940 hasta la entrada del siglo XXI. De forma original, alterna acontecimientos políticos, la evolución social y aspectos de su vida personal e íntima. Así, a través fotografías, grabaciones de vídeo y conversaciones en celebraciones familiares, volvemos a ver con ella “las imágenes que desaparecerán” y “el tiempo en el que ya no estaremos nunca más”.
“La memoria no se detiene nunca” pero “todo se borrará en un segundo”.
Los años de Annie Ernaux son las palabras de su época, que comienza en “el tiempo de antes”, “con fondo de hambre y miedo”, donde “solo hablaban de lo que habían visto” y “se disputaban el heroísmo y la desgracia”. “Había un tiempo para todo” y “el calendario escolar había sustituido el ciclo de las estaciones”. “Vivíamos en la escasez del todo” y “había niños muertos en todas las familias”.
Luego llegaron las novedades, “los inventos que borraban siglos de gestos y esfuerzos”. “Daba tiempo a desear las cosas”. Y pese a “la estrechez de los alojamientos”, “el progreso era el horizonte de las existencias”. “La religión era el marco oficial de la vida y del tiempo” (la impaciencia por la primera comunión, niños y niñas casi siempre separados, clasismo en la ropa). “El sexo era la gran preocupación” en los “interminables años de la masturbación”. “Los días se llenaban de deseos nuevos” en la vida de una adolescente de provincias.
“El futuro es demasiado inmenso para que pueda imaginárselo, llegará, eso es todo”. Y así fue: Llegaron los tocadiscos y los vinilos, los coches, “la sensación de desenfreno”. “La gente tenía la firme convicción de vivir mejor” aunque “el ámbito de los deseos y las prohibiciones se hacía inmenso”, especialmente para las chicas, a las que “la deshonra amenazaba constantemente”, pero “ligábamos y practicábamos sexo todo lo que podíamos”.
Hubo un tiempo en el que “la gente estaba hartísima de Argelia” y, en vez de guerras, “esperábamos poder irnos al verano siguiente a España, donde todo era baratísimo”. “Haber leído a Simone de Beauvoir solo servía para verificar la desgracia de poseer un útero”.
Con los Beatles “entraban ganas de ser felices”. “El despertar jubiloso” y “la profusión de las cosas escondía la escasez de ideas y el desgaste de las creencias”.
Cuando “todo el mundo se puso a creer en un futuro violento” llegó mayo del 68. “En un mes habíamos recuperado años”, con “una comprensión nueva”, “lenguajes inéditos” para “una transformación del mundo” que dio paso a la igualdad entre mujeres y hombres, una “marcha hacia la libertad” y “una aspiración a la pureza”.
Pero “se trataba de un espejismo” y se impuso la “sociedad liberal avanzada”, la tele en color, los hijos, las propiedades y los divorcios. Los hipermercados proliferaban y “la certeza de un progreso continuo quitaba las ganas de imaginarlo”. “Era posible hacerlo todo en casa sin pedir nada a nadie”, “en las comidas festivas, las referencias al pasado se hacían raras”. Los jóvenes pintaban “68 está mayor, 86 está mejor”. “Eran pragmáticos. No querían cambiar la sociedad, solo que no les pusieran zancadillas en su carrera”.
Soplaban vientos belicosos en el “nuevo orden mundial” y “a medida que envejecíamos dejábamos de tener una edad”. La autora “constata esa desposesión serenamente” y “cogíamos manía a croatas, kosovares, etc. por matarse entre sí como salvajes en vez de seguir nuestro ejemplo”. “El mando a distancia había acortado la duración del aburrimiento” y “la representación de la sociedad se atomizaba en temas”. Sexuales y sobre inmigración, sobre todo. Miterrand era para los jóvenes “como nuestro De Gaulle, habían crecido con él, catorce años, ya estaba bien”.
“El orden mercantil se hacía más agobiante” con la llegada de internet, los ordenadores y los teléfonos móviles. “La memoria no tenía tiempo de asociar las cosas a momentos de la existencia”. Cayeron las Torres Gemelas, “la inseguridad era la primera preocupación de la gente”. Cambiamos al euro, votaron a Chirac como mal menor frente a Le Pen y “todo lo que existe era susceptible de engendrar mercancías hasta el infinito”. “La libertad tenía rostro de centro comercial”. Pese a las nuevas tecnologías “todo lo que teníamos no bastaba para ser felices”, “estábamos desbordados por el tiempo de las cosas”. “El clic saltarín y rápido del ratón en la pantalla era la medida del tiempo” en un “presente infinito” en el que “el mundo digital exprimía la realidad hasta agotarla”.
En las últimas páginas, ya abuela, llega “una sensación de urgencia, que la devasta” y en donde fructifica la idea de este libro, “herramienta de lucha” frente lo que indigna a la autora.
La edición que he leído de “Los años” es de Cabaret Voltaire y os aseguro que no he parado de subrayar frases y fragmentos que me han calado. Aunque he hecho un collage de frases del libro, os prometo que no lo he destripado. Os recomiendo con pasión su lectura. Literatura con mayúsculas.
“De lo que este mundo ha imprimido en ella y en sus contemporáneos, se servirá para reconstruir un tiempo común, el que ha ido fluyendo desde hace tanto tiempo hasta hoy, para, al recuperar la memoria de la memoria colectiva en una memoria individual, reflejar la dimensión vivida de la Historia”.