“La educación física” de Rosario Villajos
“Está harta de que le digan que es ella quien desata el peligro contra sí misma solo por pisar la calle (…) Quiere un cuerpo que no le haga daño”.
El otro día comentábamos en un taller de Ecologistas en Acción sobre la Nueva Cultura de la Tierra la importancia de los “cisnes negros”, teoría del filósofo libanés Nassin Taleb. Algo así como un suceso sorpresivo que desencadena un alto impacto social. Charo Morán ponía como ejemplo lo de Jennifer Hermoso y “el piquito” de Luis Rubiales, que conllevó la dimisión del que hasta entonces era el jefe de la federación española de fútbol cuando todo el mundo sabía de su corrupción y malas artes. El fútbol femenino sigue con una proyección tremenda y el feminismo avanza, pese a tantos, frente a las violencias machistas.
“Le gustaría vivir en un mundo en el que la gente pudiera ser chico o chica cuando le diera la gana, sin que hiciera falta cambiar de apariencia para que los demás mostrasen respeto, independientemente de lo que cada cual dijera ser”.
“La educación física” de Rosario Villajos es crudo. En primera persona, Catalina recoge el sentir de tantísimas mujeres atravesadas en unos cuerpos repletos de miedos, amenazas, desconfianzas y prejuicios. Los sentimientos de vergüenza, incomprensión y represión de una adolescente de 16 años universalizan valores y reivindicaciones de toda una generación.
“Cómo podría Catalina saber nada del deseo si no sabe ni lo que quiere ni a quién quiere ni quién es ni qué es su cuerpo ni a quién pertenece, cuando las leyes parecen tener en cuenta únicamente una sola forma de vida específica, pero no los millones de organismos que conviven en su estómago”.
La novela, editada por Seix Barral y con el Premio Biblioteca Breve 2023, es un buen libro para ponernos en el pellejo de la cotidianidad de una mujer, como podría ser cualquiera, a la que le rodea una educación reaccionaria, una sociedad machista, unas violencias paralizantes y una evolución personal que asusta.
“La desconfianza es un pasillo largo, húmedo y lleno de escamas pegajosas. Una herencia a la que no es fácil renunciar”.
En la narrativa hay desasosiego en un seno familiar insano, con unos padres que poseen y enferman el cuerpo de su hija; tremenda inquietud cuando Catalina hace autoestop en un contexto de aluvión informativo por el asesinato de las niñas de Alcàsser; incertidumbres por no saber cómo tratarán su cuerpo otras personas; pero también hay sororidad y esperanza, en la relación con amigas, amigos y personas que aparecen como aliadas en el proceso de empoderamiento y autonomía.
“Catalina no quiere que la violen, ni que se la coman, ni aparecer por partes en una cuneta, pero tampoco quiere condicionar su vida al lobo cuando intuye que, como dios, puede que esté en todas partes”.
Visibilizar estas situaciones es importante, para poner en la esfera pública una cantidad enorme de micromachismos y violencias terroríficas que señalan a las mujeres y perpetúan privilegios de hombres que tienen, tenemos, mucho que hacer para que, entre todas, construyamos una relación igualitaria, con relaciones afectivo-sexuales placenteras y libres. En eso estamos.