“Con todo” de Íñigo Errejón
Íñigo Errejón hace catarsis en este libro. Se aleja, por un momento, de sus análisis intelectuales y estratégicos y se centra en hacer memoria y compartir sus sentimientos, emociones y vivencias en estos años trepidantes, como protagonista indiscutible del primer Podemos junto a Pablo Iglesias y tantas otras personas válidas para el cambio social, algunas de las cuales se han ido alejando o han sido expulsadas del proyecto común. Aviso: va una reseña larga que me sirve para colocar mis propias reflexiones.
Nada que reprochar a los recuerdos de Íñigo y su particular punto de vista sobre acontecimientos que yo personalmente he vivido de cerca y algunos en primera línea. Como sabemos, esto no va de peleas entre amigos ni de luchas de poder. O no solo. Hay detrás un conflicto político, desde cómo comunicar y diseñar las campañas, a qué alianzas tejer y cómo hacer pueblo.
En la construcción de Ganemos Zaragoza, allá por el año 2014, la principal novedad con respecto a confluencias anteriores de partidos y gentes de izquierdas, era que el protagonismo y la metodología de las reuniones era ciudadana y de abajo. Llámala popular si quieres, pero no aparatera, ni controlada por direcciones de partidos. Los partidos que se sumaron también y fueron bien recibidos. Esto pasó en la ciudad del cierzo y en otras ciudades del cambio. Las candidaturas que ganaron ayuntamientos partieron de un magma nuevo, con más participación y más presencia de personas no adscritas a un partido. Gentes que querían, que queríamos, hacer política institucional, algunas por primera vez.
Podemos nació en Madrid y en estos 7 años ha sufrido la losa madridista, centralista, la visión sesgada y corta de quien vive en la capital y desconoce el día a día de los territorios a los que quiere representar. Esto se sabe y mana en el libro de Errejón. Desde el primer momento la maquinaria de guerra electoral se diseñó en Madrid. Contó con un líder súper preparado para la comunicación política, Pablo Iglesias, el mejor para teles y mítines. Contó con gente inteligente en la preparación de discursos, campañas y mensajes impactantes. Aquel primer Podemos buscó lo nuevo, arriesgó, se salió de los códigos conocidos de las organizaciones de izquierdas. Intentó llegar a más gente con un tono quizás más amable, buscando aglutinar y seducir a las personas que quizás no se implican ni implicarán en el día a día de la militancia. Pero votan. Y pueden votar al PSOE, a Podemos, a Ciudadanos o quedarse en casa.
Para mí, desde que me impliqué en la apuesta institucional tuve claro que ese era el principal reto. Y lo sigo pensando. Tener razón no es suficiente, levantar las banderas de La Verdad no sirven para ganar. Hay que conectar con nuestra gente, con quienes convivimos en escuelas, trabajos, calles y pueblos. Y eso pasa por una implicación cotidiana y una agregación de lenguajes y pertenencias. Para mí, exige también una vida cara a cara, mano a mano, con la gente, no solo la emisión de mensajes hacia el pueblo, sino ser pueblo, estar en las dinámicas de vida, de trabajo, de sociabilidad, de irritación y de construcción del día a día. No solo en el colectivo de afines, sino en espacios más amplios, donde afloran las contradicciones y la mezcla, donde acontecen las miserias y grandezas de la vida en común.
Errejón habla de todo esto y mucho más. No puede evitar intercalar reflexiones más profundas sobre los aspectos clave que él considera como fundamentales para labrar un futuro mejor y que condensa en 6 excursos que pueden leerse de forma autónoma y yo he reservado para el final: democracia y política (“el orden político es resultado de una disputa que no se cierra nunca”); hegemonía y pueblo (“las victorias políticas están siempre precedidas de victorias culturales”); patriotismo y plurinacionalidad (“la nación es siempre la creación de la comunidad cívica, no encerrada en su pasado”); transversalidad (“la izquierda es un medio, no un fin”); transición ecológica y acuerdo verde (“seducir y persuadir sobre el mejor mañana que podemos tener”); y libertad (“idea republicana y positiva de la libertad (…) con instituciones sociales que proveen una base material para la existencia social autónoma”). Son cuestiones, que junto al feminismo, están en primera línea de su construcción política, antes en Podemos y hoy en Más País. También añade una reflexión final a raíz de la pandemia, sobre la importancia de la comunidad con la consciencia de nuestra fragilidad.
Lo que es menos conocido es cómo vivió él lo que pasó en Podemos. Su relato. Yo, en parte, conocía episodios, porque estaba presente o porque en estos años he tenido la suerte de conversar en espacios más o menos sosegados con Íñigo, con Pablo y con algunas de las personas que nombra en su libro. Recuerdo, por ejemplo, cómo el anuncio de la candidatura de Más Madrid, de Carmena con Íñigo, nos pilló en plena reunión de trabajo en Zaragoza, en la sede de Podemos, con personas de varias Comunidades Autónomas compartiendo iniciativas para ser mejores. En ese momento había personas de Madrid, cercanas a Íñigo, a las que ese anuncio les pilló por sorpresa. Así son las cosas en la vorágine política y comunicativa, en un contexto de cloacas mediáticas, filtraciones y desconfianzas en el seno de los partidos.
En el libro Íñigo apunta una cuestión que para mí es clave y en la que a veces se pone menos el acento en los análisis de este ciclo: la importancia de la construcción política desde la singularidad de cada lugar. Lo que despectivamente se ha señalado como “baronías” y por lo cual yo mismo fui marcado y apartado, es la voluntad más clara de construir organización y proyecto político desde lo que somos, que en gran parte es común pero que debe respetar y entender las particularidades, identidades y adscripciones históricas, culturales y nacionales de cada territorio. Sin entender (y practicar) esto es imposible hacer un proyecto diverso y estable, que permita que cada quien esté cómodo en su lugar, sin injerencias ni imposiciones “desde Madrid”. Este error, para mí, es fundamental para comprender la deriva de Podemos, en un contexto en el que la plurinacionalidad y lo territorial es uno de los nudos del conflicto político actual.
Pero no es el único nudo. Íñigo insiste en las tesis que defiende desde el principio: “es más transformador que mil den un paso que que diez demos cien pasos”, por lo que siempre hay que “negociar la distancia entre tus convicciones y las de tu sociedad”. “Correr menos para construir pueblo”; Cuanto peor no es mejor; Militantes de partido y votantes no son iguales ni piensan exactamente lo mismo. No quiere convertirse en Izquierda Unida y no cree que 2+2 siempre sumen 4. “Hace falta otra cosa”. Los resultados son evidentes al respecto. “La unidad no es la solución. La diversidad sí”. A veces la suma no multiplica y además resta. Y, por supuesto, la cooperación entre proyectos cercanos no tiene por qué convertirse en unidad uniformizadora, que ahonda en mirar más al pasado que al futuro, que perpetua los ejes “izquierda-derecha” y dificulta construir algo nuevo y trazar el puente entre el 15M y las luchas de las de abajo, sin repetir lenguajes de trinchera, estéticas y resultados de las izquierdas tradicionales españolas. Yo mismo grité en Vistalegre II “Unidad, unidad” sin ser consciente de que “unidad no es el consenso”; recuerdo que en las Primarias voté documentos y personas de las tres listas (de Pablo, de Íñigo y de Anticapitalistas), incluso lo hice público y, sin embargo, durante años se me ha “insultado” como “errejoner”. ¡Qué cosa más banal para quien entró en Podemos, implicado en el primer Zaragoza en Común, para contribuir a ser pueblo con muchísima más gente que veía en los Círculos aragoneses y que me animaban a implicarme! Y aquí sigo.
“Nos hacemos mayores a toda ostia”. Íñigo cuenta al detalle por qué en ese primer Podemos catapultaron y llenaron de poder la figura del Secretario General, Pablo Iglesias. Por qué despreciaron la posibilidad de que Podemos se presentara con más visibilidad en las candidaturas del cambio, con la contradicción, la distorsión y el enorme conflicto que supuso años después en todas partes, en el nivel municipal. Por qué impidieron desde Madrid que en mayo de 2015 conformáramos gobiernos de coalición en algunas Comunidades Autónomas, como Aragón (donde el PSOE de Lambán apenas nos superó por 5.000 votos). Por qué apostaron por un modelo de partido en el que las minorías y las corrientes son infrarrepresentadas, machacadas y expulsadas. Incluso reconoce que algunos de sus propios diseños acabaron por contribuir a su partida.
Yo no considero que me haya fastidiado la vida, como repite Íñigo. Su implicación y exposición, desde luego, no es la misma. Es distinta. Vivir en un pueblo tiene sus cosas también. Casi todas buenas. Para mí este ciclo es de los más hermosos de mi vida. También con todas sus miserias, renuncias y decepciones. Compartimos en que la vida interna de los partidos es horrible. Lo sé por Podemos, pero conozco y charro con personas de CHA, de IU…. Incluso del PSOE, de Ciudadanos o del PP y recuerdo que una diputada popular me dijo hace años “en la vida hay amigos, enemigos… y compañeros de partido”. Y es así. Hay mucho de mediocridad, de obediencia y patriotismo de partido, de traiciones, de recelos, de silencios cómplices, de puñaladas por la espalda, de quítate tú pa ponerme yo, de dar trabajo a “los tuyos”. Y eso aleja a mucha gente noble, meritoria y con capacidades de aportar hacia un mundo mejor.
Vuelvo al libro. Íñigo insiste también en que si te metes a fondo en política “hay que tener banda” porque “no hay cuerpo que se sostenga solo”. Nos presenta quiénes son sus amigos, sus compañeros políticos y grupos de afinidad desde su militancia libertaria, referentes intelectuales y académicos, en universidades, en Podemos, en Más País. Igual que “nadie es libre sin comunidad”, es casi imposible hacer política sin una tribu. No carga las tintas (solo) contra otros, asume su parte de responsabilidad (algunas veces grande) y reconoce que “en la hipótesis Podemos vamos todos, va la derrota de no haberlo hecho mejor”.
Me ha chocado, por decir algo más, que en su cronología vital Íñigo no menciona el encuentro de Podemos en el pabellón siglo XXI de Zaragoza, en 2017, unos días antes de que fuera elegido Secretario General de Podemos Aragón. Me ha extrañado que no lo cuente. Tampoco sale Nacho Álvarez, hoy Secretario de Estado en temas de políticas sociales y económicas en el Gobierno de España y creía que tenían más cercanía.
“Estamos en pleno regreso del péndulo en sentido reaccionario, en reflujo de la marea como resultado de que el primer Podemos y su promesa de democratización del país no llegaron al corazón del Estado. Tras esa expansión de que los mejores sueños son posibles, vienen la contracción, la antipolítica, el cinismo y la desconfianza con lo público. Se ha erosionado la confianza del pueblo español en sus propias fuerzas, se ha derechizado el clima político y los reaccionarios están a la ofensiva cultural. Contra la realidad plurinacional de nuestro país; contra el ciclo abierto por el 15M y sus expresiones, y contra el feminismo, el movimiento social democratizador más potente de la historia reciente de España, al que por ello atacan. A cada revolución inconcusa le sigue una contrarrevolución”.
Con todo, seguimos vivos. “Estar vivos ya es una cierta victoria”. Con más experiencia. Con más canas. Algunos, con la misma alegría e ilusión. Conscientes de que “este Gobierno que ha nacido contra la derecha no sobrevivirá contra la derecha”, que “ningún orden es para siempre”, que “en el poder se está de paso”. Con valentía, con convicción, con rasmia, sin miedo a la evolución. Por un futuro mejor.