“Arquitecturas del cuidado. Hacia un envejecimiento activista” de Irati Mogollón García y Ana Fernández Cubero
¿Llegaremos a mayores? ¿Quién cuidará de nosotros? ¿Tendré que ir a una residencia? ¿Hay alternativas colectivas de envejecimiento?
En el último número de la revista Opcions leí una entrevista a Irati Mogollón que me pareció muy interesante. Por eso encargué este libro en mi librería favorita y lo he leído con mucho interés. Casi todas las personas aspiramos a una vida larga y, por tanto, a una vejez digna y con actividad. Y este libro va de esto, pero no solo.
Las dos autoras han estudiado la vida en comunidad de las personas mayores y han plasmado en este volumen, editado por Icaria, una versión más divulgativa de sus investigaciones, que comienzan con un aterrizaje teórico, nos acercan distintos proyectos europeos de referencia y acaba con distintos debates inacabados, polémicas y propuestas diversas. Se trata de pensar juntas qué será de nosotras cuando seamos mayores, una reflexión que debería ser troncal en una sociedad como la nuestra, cada vez más envejecida o con signos claros de edadismo y discriminaciones por envejecer. Este libro ayuda a reivindicar el derecho a envejecer y a que sea parte de un proceso colectivo.
Hablar de la vejez en España es hablar en femenino y con precariedad, de cuerpos con límites, dependencia, carga de cuidados y trabajo doméstico, residencias, vulnerabilidad e interdependencia en un mundo cada vez más individualizado y competitivo. Y hablar de vivienda en España es hablar de especulación, presión turística, cultura de la propiedad, estructuras clásicas. Es decir, el reto de aunar estas dos variables se antoja complejo y las autoras lo consiguen, desde un enfoque feminista, comunitario e ilusionante.
Por eso viene muy bien conocer qué se ha hecho antes en otros lugares. Las autoras nos acercan a proyectos de Suecia, Alemania, Dinamarca de los que aprendemos sus experiencias, su intimidad, la colaboración con instituciones públicas, cooperativas y otros regímenes jurídicos y económicos, espacios de socialización, grupos de trabajo para cocina o limpieza, gobernanzas participativas y herramientas para la resolución de conflictos, entre otras muchas variables que se detallan en el libro y que me han resultado muy motivadoras para mostrar que hay alternativas que existen, son reales y pueden inspirar.
Las autoras no idealizan los proyectos de viviendas colaborativas para mayores. De hecho, invitan a no intentar copiarlos, sino crear desde la experiencia en movimientos sociales y grupos, la realidad local y el entorno, los espacios de socialización que mejor se adapten a nuestras necesidades y voluntades. Porque son muchos los obstáculos administrativos, jurídicos, económicos, grupales… y no existe un modelo ideal. Por eso les gusta hablar de arquitecturas del cuidado, porque hay más opciones para que los cuidados salgan de los rincones domésticos “y se coloquen visiblemente en los espacios comunes y públicos”.
Somos conscientes de que hay “una nueva ola de consciencia de las personas mayores” que reivindican el derecho a una vejez digna, movilizaciones de personas jubiladas, grupos que promueven viviendas colaborativas… entre todas logramos que, china chana, “la vida en su conjunto tiene que entrar en la agenda política y ser una responsabilidad social y común”.