“El tenedor de libros” de José Luis Melero
Conocía a Pepe Melero de sus columnas en Heraldo de Aragón y de sus incursiones en la Rebotica en su faceta de apasionado zaragocista. Precisamente en uno de los programas de Eva Pérez Sorribes (en el que me entrevistaba), surgió en directo la invitación y posibilidad de ir con Pepe a la Romareda a ver (perder) al Real Zaragoza. Y cumplió. Quedamos en la Plaza San Francisco y disfrutamos (él sufrió más que yo) de un partido con el estadio abarrotado y de una buena charradica (no en la emoción de la contienda).
“El tenedor de libros” es el primer libro de Pepe Melero que tengo entre las manos. Es el ejemplar que me sugirió comprar Chusé Raúl Usón de la editorial Xordica en la reciente Feria del Libro de Zaragoza, que ¡por fin! pudo celebrarse con gran éxito (y seguridad) de público, autores y editores en el Auditorio.
Aquí encontramos 123 artículos publicados en Heraldo entre 2012 y 2015. Artículos que no tienen desperdicio, porque en todos y cada uno de ellos encontramos alguna sapiencia interesante, un descubrimiento que Melero nos acerca desde las páginas de un libro viejo (de los muchos que compra, lee y salvaguarda), la anécdota de un ilustre escritor o un foco en la vida menos conocida de algún pobre juntador de letras que nunca llegó a ser reconocido.
Hay historias que charran de atropellos de ilustres personas que estaban pensando en las musarañas (o en las avutardas, quién sabe); de rencores entre escritores y enemistades entre bibliófilos; libros sobre Ordesa y Tarazona, guías de Huesca y de la vida nocturna de Zaragoza; las historias de la maestra María Sánchez Arbós, del dibujante José Cabrero, del pastor de Andorra o del carpintero de Alpartir, entre otras muchísimas personas para no olvidar; cartas autógrafas; cariños y alegrías con los ya desaparecidos José Antonio Labordeta, Javier Tomeo, Félix Romeo, Chesús Bernal y más amigos; anécdotas de su querido Real Zaragoza; jotas falsas; libros en aragonés; historias domésticas, truculentas y contradictorias de grandes escritores; vivencias con libreros, lectores y en ferias del libro; e incluso reivindicaciones (¡una calle para Bécquer en Zaragoza!) y confidencias indiscretas (especialmente gracioso es cuando menta a su santa esposa).
De las 123 columnas, no quitaría ninguna. Da gusto leer a este apasionado y entusiasta lector, bibliófilo, mitómano y fetichista. El libro tiene varias características que lo recorren e identifican: la pasión por los libros y por aprender todos los días; el amor por Aragón de este leal y abierto aragonesista, “poco amigo de etiquetas, zalemas y empalagos” (en palabras de Ricardo del Arco al buen aragonés); y la somardonería, ese toque humorístico (con retranca) que empieza por reírnos con cariño de nosotros mismos. Yo comparto todas ellas, por lo que imagina (querido lector) que he disfrutado como un niño chico con este libro. Y me he sentido muy identificado con el “¿de dónde saco tiempo? El no poder leer lo mucho que quisiéramos nos causa la mayor desazón”. Como buen ecologista, elijan sus consumos. Este libro es una recomendación fetén.