Suprimir la Navidad es ciencia: así será en nuestra familia
Comentaban esta mañana en La Rebotica de Radio Zaragoza un artículo en El País del científico Javier Sampedro titulado así: “Suprimir la Navidad es ciencia”. Todas las personas científicas y expertas en salud pública coinciden en que debemos evitar las reuniones familiares entre varias burbujas sociales, porque el coronavirus sigue aquí.
La primera ola, en marzo, pilló a todo el mundo por sorpresa, paralizó muchísimas actividades y nos confinó a todos en casa. Mató a muchísimas personas, sobre todo muy mayores y en residencias geriátricas. En Aragón el verano trajo la segunda ola, procedente sobre todo de una caótica y precaria recogida de la fruta, con otra vuelta de tuerca en la presión sanitaria. El relajamiento veraniego y el aumento de los contactos sin precauciones nos trajo la tercera ola en otoño, que nos confirma que aunque haya un oleaje en la curva de contagios, la realidad es que el COVID-19 está entre nosotros y tenemos pandemia para rato.
En Estados Unidos estos días las cifras de muertes por coronavirus son las peores de este año, consecuencia directa de los contagios en las celebraciones por el Día de Acción de Gracias. Lo vemos también en Países Bajos o en Alemania, los factores estructurales (pobreza, infraviviendas, trabajos precarios, hacinamiento en ciudades…) sumados a la falta de medidas de protección, son el cóctel explosivo que provoca que se disparen las alarmas en todas partes.
En esta pandemia las personas más mayores y trabajadores sanitarios, en residencias y en trabajos precarios como la limpieza o el trabajo en el hogar han sido las más afectadas de manera directa. La pandemia tiene rostro de pobreza y de mujer. Las viviendas inadecuadas y los salarios bajos son factores de riesgo sanitario. Y una pandemia afecta, irremediablemente, a todas las personas, a muchísimas actividades y al conjunto de nuestra sociedad. Sin olvidar retos colectivos que debemos afrontar con soluciones y acciones efectivas, como el climático, la igualdad y la justicia social.
Las vacunas aún tardarán en tener su efecto, así que nos toca incidir en otras soluciones y trasmitir algunas certezas. Porque no todo son críticas, incertidumbres y malestares. Ya sabemos algunas cuestiones con respecto a esta pandemia y cómo mejorar nuestra salud pública. No podemos dejar que los discursos ultras y magufos permeen en la opinión pública, porque no se sostienen en la realidad.
Los coles, los bares, la cultura, las actividades deportivas o el pequeño comercio, allí donde se cumplen todas las recomendaciones sanitarias, no son lugares de riesgo extremo y pueden ser seguros si se hacen las cosas bien. Donde fallamos y jugamos con nuestra vulnerabilidad es en las relaciones humanas directas, sin mascarillas, sin ventilación, confiados en que estamos con familia y amigos. Y el coronavirus aquí sigue, 9 meses después.
Con total transparencia os voy a contar nuestra situación familiar, por si sirve de ejemplo, porque estoy seguro de que compartimos muchísimo de lo que voy a contar:
En casa somos tres personas. Esta es nuestra burbuja. Somos las tres que permanecimos en casa de forma estricta en los meses de confinamiento, saliendo yo solo para trabajar y comprar lo básico. En cuanto mejoró la situación y se permitió, ampliamos nuestra burbuja a mis dos suegros, en nuestro pueblo, y a mi madre, a la que llevábamos semanas sin ver, en Zaragoza. Esa es nuestra burbuja principal desde verano: 6 personas, que convivimos en la cotidianeidad, sin besos, con pocos abrazos cortos y con mascarilla, ventilando y tratando de tener cuidado. En este tiempo, no hemos asumido riesgos innecesarios y por eso no hemos tenido que hacernos ninguna prueba. Sólo mi madre y mi suegro tuvieron que hacerse PCRs, obligatorias antes de ingresos hospitalarios. Negativas siempre.
Esta burbuja la hemos ampliado, cuando hemos estado en un nivel de alerta menor a 4 amigos de 2 unidades familiares distintas, con quienes hemos quedado cuando hemos podido, casi siempre en casa (tenemos la suerte de tener espacio al aire libre) y asumiendo las recomendaciones sanitarias para minimizar riesgos: siempre en lugares bien ventilados, con distancia y mascarillas. Y así vamos a seguir, mientras la situación no mejore.
Y, por último, está mi hermana, a la que casi no hemos visto este año, porque es médica rural en otra provincia. Siempre que nos juntamos, seguimos a rajatabla todas las precauciones.
La vida sigue y hay dos actividades que somos conscientes que son más de riesgo: una se produce cuando vamos a jugar a la plaza, con nuestra hija. Allí, aunque todas las peques llevan mascarilla y estamos al aire libre, corren y juegan como niñas que son. Somos conscientes de que hay algún riesgo, pero son todas niñas de la misma escuela rural y no nos consta en estos meses ni un solo caso positivo en nuestro cole.
La segunda es que, cuando la situación lo ha permitido, practico deporte en colectivo, al aire libre o en lugares bien ventilados y minimizando riesgos. Soy consciente de que esta actividad colectiva, en mi caso, es la de más riesgo de todas. Ni que decir tiene que, cuando no se ha podido, durante muchas semanas y meses, lo he hecho solo, como ciclista o baloncestista solitario.
Por mi trabajo me toca a diario estar en relación con muchas personas. Siempre que puedo, usamos más el teléfono y las herramientas digitales. Y cuando son reuniones o trabajo político presencial, siempre con mascarilla, en lugares ventilados y con todas las medidas de higiene.
¿Y de cara a la Navidad cómo lo planteamos?
En Nochebuena y Navidad, como casi todo el mundo, solemos juntarnos mucha más familia y amigos. Pero este año no lo haremos. El 24 no saldremos de casa y estaremos sólo la burbuja habitual, 5 personas. El 25, lo mismo, sólo burbuja y 5 de las habituales. No nos juntaremos con tías, ni primos, ni sobrinas, ni amigos. Por supuesto, tampoco quedaremos para celebrar vermuts ni cenas habituales en estas fechas con más grupos. Este año no viajaremos juntos con amigos para pasar la Nochevieja, como solemos hacer, lo hemos suspendido. De esta manera, ningún ser querido estará solo, pero tampoco en riesgo.
Esto no quiere decir que no disfrutemos de estos días. En nuestras casas muchos ponen belén, árbol, incluso en casa de mis tíos solemos escenificar el nacimiento del niño Jesús el 24 a medianoche. También habrá regalos, juegos y sorpresas, caerán risas y compartiremos la vida. De eso se trata, de vivir y de seguir formando parte del mundo de los vivos.
¡Salud!
Dibujo de Miguel Brieva.