“Una violencia indómita. El siglo XX europeo” de Julián Casanova

“La historia nunca es una calle de una sola dirección”, escribe el autor. Sabemos que hay caminos que se repiten y también que existen carreteras secundarias, con diversas aristas que es preciso investigar, conocer y divulgar, para comprender mejor lo que somos y cómo hemos llegado hasta aquí.

Este libro, editado por Crítica (Planeta) es una gran obra. Os recomiendo con entusiasmo su lectura, en este siglo XXI en el que emergen y resurgen proyectos nacionalistas que revisan el pasado para poner sus fantasiosas interpretaciones al servicio del interés político. Lo vemos con especial énfasis en Polonia, en la Hungría de Orbán y también en Estados Unidos, donde el monopolio de la violencia por parte del Estado está tornando hacia un peligroso apoyo de Trump a los grupos paramilitares racistas. Esta corriente ultraderechista la vemos también en las Cortes de Aragón (no tenemos que irnos lejos) con iniciativas de VOX en las que difunden su revisionismo histórico, con relatos heroicos inventados, que enaltecen violencias y odios que no deberíamos edulcorar ni aplaudir en una sociedad moderna. “El control del futuro requiere control del pasado”, escribe Casanova.

El libro no es pesimista, porque reconoce las luchas de la sociedad civil contra la violencia y la represión, los movimientos sociales que buscan la justicia social y expresiones actuales que rechazan el patriotismo armado. ¡Pero, ojo, porque los poderes y la historia la estamos escribiendo ahora, entre todos, y tenemos todos una responsabilidad para construir una sociedad más igualitaria, con más derechos sociales y menos privilegios para unos pocos!

¿Qué encontramos en el libro? Está estructurado en 7 capítulos perfectamente explicados por Casanova en la introducción. En el primero, nos acerca al origen de las violencias de principios del Siglo XX, nutridas por años de odio a una casta de ricos y poderosos, que viven en “un mundo de privilegios, lujo y poder”. En 1901 en Inglaterra, de las cuatro millones de mujeres asalariadas, un millón y medio trabajaban en casas de nobles y ricos, en el servicio doméstico. Las profundas desigualdades, pobreza y falta de expectativas sociales, trabajos inhumanos y discriminaciones por género, raza y clase generan violencias que, en los primeros años del siglo se muestran como atentados anarquistas y otras expresiones de desafío al orden establecido que se extienden cada vez más por más sectores de la sociedad europea.

El segundo capítulo se centra en el imperialismo y la difusión del nacionalismo, militarismo y racismo, y el origen del “darwinismo social”, sobre todo contra los judíos. Sobre todo en África, el Estado, el capital privado y la Iglesia Católica generan un genocidio con millones de víctimas a manos de belgas, franceses y británicos, sobre todo, para repartirse el pastel. La presencia de lo militar en la vida pública se extiende, con los primeros relatos contra el “contubernio judeomasónico y bolchevique”, que justifica todo tipo de tropelías y violencias contra minorías sociales y étnicas.

En el tercer capítulo se adentra entre la enorme destrucción de vidas y territorio en la Primera Guerra Mundial. Son los años de “brutalización de la política, y de glorificación de las armas, de la violencia y de la masculinidad”. También explica la revolución bolchevique de 1917 en Rusia y la apuesta por la “dictadura del proletariado”.

Casanova defiende la tesis, en el cuarto capítulo, de que “la Gran Guerra” no acabó en 1918, dado que la posguerra fue una época turbulenta en muchos países, con revoluciones y contrarrevoluciones, guerras civiles y conflictos producidos por el “vacío de poder dejado por la quiebra de los Estados imperiales”. Venganzas personales y culturas de la derrota y de la victoria (según los casos) provocan enfrentamientos armados, en muchos casos con la activación de grupos paramilitares, que desde su “odio al bolchevismo, a los judíos y a las mujeres politizadas” son la antesala del fascismo en Italia y Alemania. También aborda las tensiones entre violencia política y democracia, en Irlanda o España.

El capítulo quinto explica las limpiezas étnicas contra los cristianos armenios, el genocidio nazi y el estalinismo. También la violencia sexual contra mujeres y niños por parte de muchos soldados y paramilitares en distintas contiendas, lugares ocupados y campos de refugiados.

El sexto capítulo nos habla de las posguerras, purgas y ejecuciones de rivales políticos, tras la Segunda Guerra Mundial. Un período también muy violento, que dio paso a diferentes velocidades a épocas más estables con el nacimiento del Estado del bienestar y mejoras económicas en casi toda Europa. Casanova nos cuenta al detalle los procesos de cada país hacia elecciones, Constituciones y gobiernos democráticos. Tras la Segunda Guerra Mundial, el magnicidio casi desapareció en Europa, pero no así el terrorismo, que va siendo arrinconado por el cada vez más extendido rechazo de la violencia en las sociedades europeas, pero también aparecen las guerras sucias.

Para terminar, Casanova se centra en la Europa Central y del Este que, aunque atraviesa todo el libro, tiene su propio séptimo capítulo. Aquí analiza la victoria contra el nazismo, la desintegración de la Unión Soviética, Yugoslavia, la división de las dos Alemanias, Hungría, Rumanía, las primaveras de París y Praga.

No he querido destripar más el libro, porque su lectura es ágil, está lleno de referencias bibliográficas, cronologías e incluso fotografías, y prefiero animaros a su lectura. Para mí, es un libro pacifista, porque nos ayuda a comprender los horrores de la guerra y de las violencias políticas, un pasado bélico, sangriento y brutal, que no queremos repetir.

 

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