«El hombre corzo» de Geoffroy Delorme
En la época del antropoceno, en un mundo atravesado por la mano de los humanos, se agradece la otra mirada de “El hombre corzo”, portavoz de la vida salvaje de los animales del bosque.
Geoffroy Delorme es un hombre con sed de libertad, atraído desde niño por la naturaleza y lo desconocido, los animales y las plantas de su entorno. El bosque de Louviers, en Normandía, le produjo una atracción y el “ligero escalofrío de adrenalina que suscita el misterio”. Así, se fue “liberando del yugo de las obligaciones humanas” y adentrando en las profundidades del bosque, sin perder consciencia de la realidad pero cada vez más centrado en el presente, en la intensidad de la supervivencia y el aprendizaje de plantas y animales, para construir una nueva pedagogía de la integración con el entorno.
Así, durante unos 7 años, ha sobrevivido en un “medio más bien hostil”, mediante la recolección de “hojas de zarza, abedul y carpe, bayas, frutos secos como castañas, hayucos, aquenios o avellanas, llantén, diente de léon, acedera” y otras plantas no muy sabrosas pero sí nutritivas; la adaptación del descanso y del sueño para evitar “el peor enemigo, el frío”; con poco descanso durante el día y una vida más productiva durante la noche; y todo esto con límites a la “presencia del mundo moderno” (unas cerillas, unas botas GoreTex, ropa de lana, una cámara fotográfica y algunas latas de conservas).
Con respeto y “el corazón y el alma en paz”, comienza su socialización con algunos animales, que requiere una deconstrucción personal “para desembarazarme de los pensamientos arremolinados que parasitan mi experiencia sobre el terreno”. Así, consigue ganarse la confianza de algunos corzos a los que pone nombre (Chévi, Daguet, Magalie, Fougère, Prunelle…) y con quienes logra crear una relación de intimidad, aprendizaje y comunidad, con “momentos felices, amistad y descubrimientos mutuos”.
“El hombre corzo” es un alegato ecologista escrito desde el corazón desde una experiencia única en “este universo mágico y misterioso”, que se basa en “la confianza, el respeto y la bondad” y que asume los dolores de la vida salvaje, los avatares y sufrimientos por la humedad, el frío, la escasez de comida, la fatiga muscular, los peligros constantes y la necesaria dosificación de la energía. Geoffroy Delorme no pierde la capacidad de trasmitir sus emociones, alertar de las enormes afecciones de la urbanización humana y mostrar la importancia del equilibrio biológico y de la vida silvestre.
Me ha gustado mucho el libro, editado por Capitán Swing, con las fotografías del autor, sus reflexiones hondas, y su reivindicación de la conservación de los bosques, ecosistemas de alimento y refugio de animales, purificador de la atmósfera, protector del frío, del viento y de la erosión del suelo, despensa de alimentos y medicinas, de vida y de oxígeno. Protejamos los bosques, protejamos la vida.