“Un haz de naciones” de Xavier Domènech
Considero que es buen momento para leer este libro. Para alejarnos de los furibundos discursos de las derechas y ultraderechas políticas y mediáticas españolas. Para reflexionar a partir de análisis históricos rigurosos. Para comprender la cuestión territorial en España.
Xavier Domènech, como sabréis, fue el candidato de En Comú Podem que en 2015 ganó las elecciones en Catalunya. Una persona que, durante su breve etapa de diputado, ha sido protagonista de negociaciones y conversaciones políticas con los principales actores en el Gobierno de Rajoy, así como con el PSOE, con Puigdemont o con el Rey Felipe VI. Además de conocer de primera mano de lo que habla, el autor es historiador y ha analizado la construcción del estado liberal y centralista en el que vivimos.
Se trata de “pensar históricamente el presente” (en palabras de Pierre Villar). Un presente en el que, según Domènech y por ahora, “Cataluña no va a ser independiente”, “porque aún no lo quiere la mayoría de su población”.
Lo que se analiza es la quiebra del Estado tal y como lo hemos conocido en las últimas décadas. Una deslegitimación y crisis que tienen su origen, en gran parte, en el no reconocimiento de la plurinacionalidad y las soberanías compartidas, hacia una nueva gobernanza descentralizada, en la que los contrapesos del poder estén mucho más cerca de la gente, en nuestros municipios y comunidades cooperadoras.
El estado español es uno de los más centralistas de Europa y emana de los años 30 del S.XIX. Durante la Segunda República se intentó encajar las diversas realidades nacionales y asumir el derecho de autodeterminación, pero el golpe militar franquista lo frustró todo. Tras 40 años de dictadura,el pacto de 1978 dejó un estado autonómico injusto, asimétrico y fuente de desigualdades que sabemos bien quienes vivimos y hacemos política en Aragón.
En este ensayo político Domènech hace un buen análisis histórico de los orígenes del estado, capitalista, centralista y monárquico, fraguado desde pactos entre élites ricas, nobles y burguesas, con el beneplácito de la jerarquía de la Iglesia Católica y, por supuesto, de los Borbones. Un estado que sólo ha avanzado desde el conflicto social y no desde el almibarado consenso que nos han contado de la transición. Un estado subyugado a los afanes capitalistas (es decir, especuladores) de la casta de ricos propietarios que se mantienen en las esferas de poder.
Especialmente interesante es la explicación de los diferentes federalismos, aquí y allá (desde Pi i Margall a Estados Unidos), así como la descripción de los procesos políticos catalán, vasco, gallego y andaluz.
Nuestra historia reciente es una vuelta de tuerca ofensiva del nacionalismo español contra las realidades diversas y, especialmente, la catalana. La plurinacionalidad, reflejada de forma ambigua en la Constitución Española, está en el epicentro de la mayor crisis del bipartidismo y del propio estado, los abusos del PP en la producción de leyes orgánicas, una Constitución blindada a cambios desde abajo y un Tribunal Constitucional desbocado para restar las soberanías parlamentarias y someternos a un estado de excepcionalidad jurídica.
Domènech defiende la tesis de que la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut catalán en 2010 supuso la quiebra del sistema autonómico y bloqueó las respuestas sensatas a las crisis social, nacional y democrática en las que estamos. El actual “patriotismo constitucional” es hipócrita y, más allá de algunas transferencias competenciales durante gobiernos del PSOE, ha traído recortes y medidas neoliberales, recentralización, “madridización” de la política española, ahogamiento de Ayuntamientos y déficit estructural en las Comunidades Autónomas.
En palabras de Herrero de Miñón “La plurinacionalidad asimétrica de España (…) plantea problemas (…) frustraciones y tensiones. (…) La plurinacionalidad no constituye amenaza alguna para la integridad de España, porque es parte esencial de su ser profundo”. Hoy se ha confirmado, incluso, que el bloque histórico del cambio que sacó a Rajoy del Gobierno, emana del campo de la plurinacionalidad, “en la construcción de un proyecto nacional alternativo, de una nación alternativa”.
El último capítulo del libro lanza propuestas, frente a la vertiente represiva del Estado (expresada a golpes y con detenciones en octubre de 2017). Así, estas páginas son para estudiar y debatir con detenimiento, para hablar de un nuevo modelo de organización territorial del estado, que permita la federación de comunidades autónomas, la delegación en Europa, la disolución de las diputaciones y del modelo provincial, una verdadera cámara territorial en lugar del actual Senado, la elección descentralizada y autónoma del poder judicial, el modelo de financiación y el derecho a decidir. Cuestiones que son necesarias pactar en un nuevo proceso constituyente. Es terrible que la Ley Fundamental de Bonn, en la que se inspiró la Constitución Española en varios asuntos, haya sido reformada 62 veces en sus 60 años de historia, y la española, dos veces (y por arriba) en más de 40 años. No puede ser que la Carta Magna no se haya adaptado a las nuevas realidades de nuestra sociedad, que la mayoría de quienes vivimos no la hemos votado nunca y los que hoy se dicen “constitucionalistas” la están vaciando de contenido y sentido. Lo de “o nosotros o el caos” no nos lleva a ningún lado.
En definitiva, Domènech defiende con argumentos de peso el camino hacia un federalismo plurinacional, asimétrico y pluralista que no ahogue las distintas realidades nacionales, sino que impulse la igualdad y fraternidad para “construir una alternativa republicana, igualitaria y confederal para cambiar la naturaleza de este Estado que es, en sí mismo, el problema”.
Es innegable la singularidad e importancia de Catalunya en este camino. Pero también es innegable la realidad de quienes vivimos en Aragón y en otras Comunidades de la “España vacía o vaciada”. Somos voces silenciadas, somos menos, más envejecidos, peor organizados, sí, pero tenemos historia, memoria, cultura y dignidad. Constato, una vez más, el ninguneo de nuestra propia realidad, con movilizaciones importantísimas por nuestros derechos, con instituciones propias como el Justicia de Aragón, el Código Foral aragonés y la riqueza enorme de nuestra gigante diversidad natural y municipal. Paisaje y paisanaje que, sinceramente, creo que se obvian en todos los análisis que leo sobre la cuestión territorial escritos desde Barcelona o Madrid.
Amplío mi crítica hacia el almibarado análisis de la construcción confederal de Podemos en el Congreso. Como sabéis, no soy ajeno a esta cuestión, ya que soy diputado autonómico desde 2015 y he sido Secretario General de Podemos Aragón durante dos años y medio. Durante este tiempo, todos los intentos de organización horizontal desde los territorios han sido criticadas y frenadas por la dirección estatal. En mi caso, hasta mi destitución. “Aragonesizar Podemos” era un anhelo colectivo, frustrado por el centralismo de una organización diseñada desde Madrid, en la que cualquier intento de comunicación y cooperación entre territorios ha sido visto como una ofensa, una confabulación de “barones” o un contubernio para quitar poder al líder. Una realidad de desencuentros, menosprecios y, finalmente, purgas, que distan mucho de ese ejemplo confederal que se expresa en el libro y que acaba concretándose en la escasísima incidencia desde los territorios riojanos, manchegos, baleares, canarios o aragoneses en las cuestiones del Congreso, algunas tan importantes como los Presupuestos Generales del Estado.
Mi última crítica hace referencia a la reunión de cargos públicos celebrada en septiembre de 2017 en Zaragoza, en la que estuve. Se obvia una cuestión que no es menor: el formato erróneo de la convocatoria, exclusivo para personas electas y sin opción de asistencia de gente. Un error descomunal que generó una situación terrible, de 400 personas encerradas y asediadas en un pabellón, en una mañana entera de discurso tras discurso, sin ninguna incidencia en el exterior más próximo. No sólo por la cerrazón del PSOE y de los medios, no sólo por la concentración de varios cientos de personas furibundas contra la convocatoria, sino, sobre todo, por la falta de gente acompañándonos, participando, escuchando y amplificando los mensajes. He tenido que escuchar muchísimas veces que la falta de acuerdo entre Podemos y Zaragoza en Común fue un desastre para el resultado electoral en mayo de 2019, pero pocas veces se reconoce, con autocrítica, el impacto que pudo tener este evento en las ciudadanías zaragozana y aragonesa.
Por acabar e incidir: recomiendo leer este libro. Me ha gustado mucho. Es útil. Sirve para comprender cómo hemos llegado hasta aquí y cómo podemos avanzar. No será fácil. Requerirá de la inteligencia colectiva de muchas personas. Y, a las aragonesas, nos toca que nuestra voz se escuche y se comprenda, que aportemos y que nos organicemos mejor. Porque si no lo hacemos nosotros, desde las grandes ciudades de España no lo harán.