Decrecimiento: del qué al cómo de Luis González Reyes y Adrián Almazán
“Imaginar cómo hacer posible lo que se sueña”. Se agradece un libro de propuestas, concretas y posibles, para el Estado español. Los autores trabajan en las humanidades ecológicas y la pedagogía y, por supuesto, participan en experiencias comunales, justas y resilientes, y en procesos sociales emancipatorios. No tratan de ofrecer un manual para seguir al pie de la letra, ni sentar cátedra, ni un manual de instrucciones, ni un programa de gobierno. Se abren debates lo más aterrizados posible, centrados en los diversos sectores económicos y sociales de nuestras vidas, y planteados para nuestro tiempo y un horizonte en el que el presente, el ahora, es determinante.
Como no podría ser de otra manera, Luis González Reyes y Adrián Almazán parten de una argumentación sólida sobre la colisión del capitalismo industrial global con los límites ecológicos del planeta. Nuestro nivel de degradación no es un invento y se plasma en diferentes realidades ecosistémicas, desigualdades y límites materiales y energéticos que son determinantes para que tomemos buenas decisiones en las alternativas que planteamos.
La primera parte del libro (editado por Icaria y con el prólogo de Yayo Herrero) es una descripción detallada de la situación en que estamos: crecimiento limitado por materiales y energías finitas, concentración de la riqueza, extinción de especies, residuos mal gestionados, emergencia climática. Como en tantas otras ocasiones y publicaciones, se insiste en que nuestros problemas ecológicos y sociales son políticos, no tecnológicos.
“Apostamos por una estructura económica localizada, descentralizada, autónoma y controlada democráticamente desde las comunidades”. Y para semejante proyecto común, necesitamos desde ya revitalizar los lazos comunitarios para la ayuda mutua. A partir de ahí, el decrecimiento es un concepto útl para explicar las diferentes transiciones que se plantean en la economía productiva española, en ámbitos como la energía, economía circular, silvicultura, agricultura, minería, transporte, industria, rehabilitación de vivienda, turismo, finanzas,
No voy a entrar en plasmar todas las propuestas, porque son muchas. Todas y cada una de ellas necesitan amplios debates y, sobre todo, prácticas activas que vayan concretando su forma y funcionalidad. En ese sentido, conozco muchas de estas alternativas (y participo en algunas) y en todas y cada una de ellas hay un trecho recorrido y muchísimo por avanzar: Som Energía, autoconsumo y cooperativas energéticas, SDDR, restauraciones ecológicas, supermercados cooperativos, minería de vertedero, ropa reutilizada, viviendas en derecho de uso, bioconstrucción, Coop57, monedas sociales, bancos del tiempo… Ni que decir tiene que no son todas las que son, pero sí todas las que están en el libro.
La última parte del libro es un abordaje hacia la transición desde los movimientos sociales. Empiezan con un análisis sociológico de lo que nos mueve y activa, como fase previa para trazar estrategias efectivas y alejadas del capitalismo o progresismo verde. Los autores ahondan en 3 características de los procesos emancipadores: “confrontación de la degradación socioecológica, creación de marcos culturales ecosociales y construcción de satisfactores de las necesidades universalizables (justos) y resilientes”. Desde luego, no inventan la rueda y cualquiera que dé un paso en cualquier lucha por la transformación social constarará la necesidad de frentes amplios, identidades emancipatorias, cambios de hábitos, etc.
Para terminar, frente a la crítica al Estado como sujeto neutral del poder o como lugar que ocupar o asaltar, se plantea la construcción de comunalismos desde los que crear nuevos imaginarios y satisfactores, a partir de los cuales, “forzar a hacer al Estado aquello que es compatible con nuestros propios proyectos”. Los comunalismos son “iniciativas de gestión colectiva de la subsistencia”, de autonomía en temas troncales como los cuidados o la alimentación, la desmercantilización de la vida. En eso estamos.