“La peste” de Albert Camus

“Los hombres eran siempre los mismos”. Esta crónica es en favor de los apestados, un recuerdo de la injusticia y la violencia, de lo que fue necesario hacer, de la dignidad, la ternura y la admiración, más que de las miserias y el desprecio.

Las plagas siempre nos amenazan. El peligro de la peste “no muere ni desaparece jamás”. No existen las victorias definitivas y este testimonio novelado de Albert Camus es un ejemplo más. La peste devastó la ciudad de Orán, durante unos meses de incertidumbre, enfermedad, muerte, exilio y dolor. Pero también de acción, de actos buenos, en favor de las personas que necesitaban un suero, un aliento, una esperanza. Esta novela es un homenaje a aquellas gentes que “se niegan a admitir las plagas y se esfuerzan” y, en concreto, a los médicos, con el ejemplo de solidaridad y resistencia de su protagonista, el doctor Rieux.

Este libro se publicó por primera vez en 1947 y los hechos que narra tienen, inevitablemente, muchísimas coincidencias con los días que nos toca vivir. No somos tan distintos ni nuestra pandemia es tan diferente a la que asoló el mundo durante aquellos años. En los primeros momentos, de ratas enfermas por las calles y las casas, se trataba de “no inquietar a la opinión pública”. Luego vinieron las restricciones y medidas drásticas. En el caso de Orán, el cierre total de la ciudad. Y durante meses, dio paso a días pesados y monótonos, porque “nada es menos espectacular que una peste”, a un decaimiento y adaptación “porque no había opción de hacer otra cosa”, entre el cansancio de quienes peleaban en primera línea contra la enfermedad y una rara indiferencia. Incluso algunos sentimientos complejos como esa “vergüenza de ser el único en ser feliz”. Y en el momento en que se veía que el reinado de la peste terminaba, se sucedían reacciones contradictorias, fases de exaltación y depresión, escepticismo profundo, esperanza, optimismo e impaciencia.

“Todo se volvía presente”. Me quedo con algo que es recurrente estos días, con familiares y amigos. Y también con algo que comparte el protagonista: “Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo”.

De todo el libro, que me ha gustado mucho, destaco un pasaje en el que Tarrou, amigo de Rieux, exalta su amistad y escupe su pensamiento. “Hay que hacer todo lo que sea necesario para no ser un apestado”. “Todos vivimos en la peste”. “Lo que es natural es el microbio. Lo demás, la salud, la integridad, la pureza (…) son un resultado de la voluntad, de una voluntad que no debe detenerse nunca”. “Hay en este mundo plagas y víctimas y (…) hay que negarse tanto como le sea a uno posible a estar con las plagas”.

No seamos plaga.

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