“La madre de Frankenstein” de Almudena Grandes

“España no es un país para hombres como usted” le espetaba un jerarca católico, cómplice del robo de niños durante el franquismo, a Germán Velázquez, médico psiquiatra, que le respondió: “España es mi país, padre Armenteros, por mucho que le joda. Ya sé que le habría gustado que los suyos acabaran con todos los españoles como yo, pero no pudieron, y no fue porque no lo intentarán, desde luego. Así que España es tan mía como suya, aunque no le guste. Usted no es más español que yo. Y no tiene ningún derecho a opinar sobre si mi país me conviene o no. Eso lo decidiré yo, si no le importa”.

Esta novela de Almudena Grandes me ha conmovido. Para mí es la mejor, hasta ahora, de su serie de “Episodios de una Guerra Interminable”. Es un libro magnífico, que te transporta a la atmósfera corrompida y en blanco y negro de aquellos años de dictadura podrida, de represión y encarcelamiento. Dictadura terrible contra las mujeres, “que las que encarcela por dentro e intervino su vida privada, que coartó ferozmente su libertad para impedir que fueran felices mientras trabajaban como mulas a cambio de salarios de hambre y sin derechos de ninguna clase, que las indujo a avergonzarse de su propio cuerpo”. Esta obra es en memoria de todas esas mujeres diversas, que aparecen en las protagonistas de la historia.

Aurora Rodríguez existió. Asinó a su hija y su enfermedad paranoica fue motivo de estudio del protagonista, Germán, que decidió, tras sus años de exilio en Suiza, practicar la psiquiatría en Madrid, en una España sometida a las brutalidades, en general, y en particular en materia de salud mental en el bando franquista, liderado por el maldito Antonio Vallejo Nájera, criminal eugenista. María Castejón, auxiliar de enfermería en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos es el nexo comunicativo entre ambos, paciente y facultativo, y mucho más. Es la esclavitud, es la compañía, es el amor, es la libertad.

La novela es una “ficción construida sobre hechos reales”. La propia Almudena Grandes nos explica al final del libro cómo ha construido la historia, desde sus lecturas, estudios, conversaciones y visitas. “La madre de Frankenstein” nos trasmite con enorme sensibilidad aquella sociedad impotente “de humillación, de privaciones, de resignación ante una vida tan dura como si fuera de piedra”.

Esta serie es un ejercicio hermoso de memoria histórica, pero no solo. Es un libro de amor, un amor que “no es una panacea, un hechizo capaz de curar cualquier herida, de salvar cualquier obstáculo, de arreglar cualquier destrozo”, pero que aflora en los momentos más delicados: en una familia alemana desgarrada por el asesinato de su hijo músico a mano de los nazis en la Noche de los Cristales Rotos; en un hospital psiquiátrico sometido a las crueldades de un sistema atroz; en una familia comprometida en la resistencia comunista clandestina; en una España enjaulada, corrupta, con una dictadura que convertía en mierda todo lo que tocaba, en manos exclusivas de quienes ganaron la guerra, sometida a “la voluntad de Dios”, resignada tras tantos palos, sin esperanza tras la traición de la comunidad internacional después de que los aliados ganaran la Segunda Guerra Mundial.

Lean este libro. Es maravilloso.

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