“Aragón 1918. La gripe española” de Luis-Antonio Palacio Pilacés

¿Somos distintos de nuestros antepasados? ¿Qué pasó en Aragón y en todo el mundo hace un siglo? ¿Cómo reaccionamos a una pandemia ayer y cómo la sufrimos hoy? ¿Cuáles son las principales diferencias entre aquella sociedad y la actual?

Comienzo con el spoiler: hace 100 años el acceso a una sanidad pública no era generalizado. Faltaban médicos, centros de salud y asistencia sanitaria básica, sobre todo en los pueblos. En muchísimas partes se vivía, en Aragón y en muchos lugares de España, en una miseria terrible, alejada de las más elementales prácticas de higiene y salud pública, con muchísima más mortalidad infantil, desnutrición, deficientes o inexistentes redes de alcantarillado y depuración de aguas. Durante esta pandemia de 2020 y 2021, la del Covid-19, todos los aragoneses tenemos atención médica y hospitales públicos que nos han cuidado y, en muchos casos, salvado la vida. Además, en tiempo récord se ha conseguido iniciar un proceso de vacunación que atisba un futuro próximo de superación de este terrible período.

Esta crónica de un desastre olvidado trata, precisamente, de recuperar las historias vividas en pueblos y ciudades de Aragón desde la primavera de 1918, cuando aparecieron los primeros casos de una nueva enfermedad desconocida hasta entonces, hasta los últimos contagios en Japón a primeros del 1920. La mal llamada “gripe española” trajo incertidumbres, dolor y muertes, pero no tuvo un origen ibérico, sino que las investigaciones ulteriores dirigen a Estados Unidos el origen del virus.

Muchos comportamientos humanos se repiten: gobiernos que tardaron en reconocer la gravedad de la situación, retraso en las medidas preventivas, bulos y rumores absurdos, acciones de desinfección inútiles, alarmismo, personas egoístas y aprovechadas, ejemplares gentes (médicos, alcaldes, sacerdotes, guardias civiles y vecinos de todo tipo) que mostraron su altruismo, entrega y sentido común, crisis económica, tensiones entre la actividad comercial y el cuidado de la salud, señalamientos a chivos expiatorios, cuestionamiento de los datos oficiales, escasez de materiales de protección y sanación, roces entre instituciones, resistencia a algunas normas sanitarias, etc. En ambas pandemias, ayer y hoy, reconocemos nuestra debilidad ante algo tan pequeño como un virus que se trasmite por el aire. Igual que ahora, la pandemia se llevó por delante a muchos pobres, pero también a muchos ricos.

Parece mentira que se charre tan poco de la gripe de 1918, que dejó entre 50 y 100 millones de personas muertas, 500 millones de personas contagiadas, más pobres o con secuelas crónicas. Sólo en España, con poco más de 20 millones de habitantes, se calculan unas 260.000 muertes, más aún que la epidemia de cólera entre los años 1853 y 1855. Una catástrofe demográfica sólo superada por la guerra civil española. En Aragón, territorio despoblado, se cobró entre 10 y 12.000 vidas.

El libro, editado por Comuniter, es muy exhaustivo en los detalles, que el autor concreta pueblo a pueblo, mostrando en algunos casos tragedias de magnitudes enormes, a lo largo y ancho de Aragón, especialmente en los pueblos. Talamantes, Escatrón o Gargallo son algunos de los muchos lugares donde la gripe fue devastadora. Luis-Antonio Palacio no sólo hace referencia a municipios aragoneses, sino que también documenta la evolución del desastre en España y otros países del mundo.

Agradezco al autor recuperar este episodio tan silenciado de nuestra historia, que nos confirma la importancia de los servicios públicos, especialmente sanitarios, en una sociedad igualitaria y equitativa. Seguimos trabajando frente a la actual pandemia y las que vendrán.

 

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